miércoles, 22 de febrero de 2017

EL RÍO QUE NOS LLEVA

Nos  lo  enseñó Jorge  Manrique: la vida es el río que va a dar al mar. Un río  donde  no  te  puedes  bañar dos  veces. 

En  Valladolid   me   gustaba  andar  hasta  la  ribera cercana al  colegio  Peñalba  donde  desembocaba   el Pisuerga  en  el  Duero  y  me  sentaba  en la  orilla entre las flores a contemplar cómo fluía  el agua. Entonces  tendría cerca de  cincuenta  años. Y recordaba  la  memoria limpia o turbia de mis  días.  

Con  frecuencia , sobre  todo en las horas anteriores  al sueño, imagino   remontar el cauce hasta llegar al manantial donde uno se bañaba de niño, aquellas risas, aquellos gritos. Recuerdo  también los felices y turbulentos días de la adolescencia cuando era todavía agua plateada de alta montaña, tan fría e incontaminada la que llegaba de esos primeros  años. 

Bajo la espesura de los bosques  había plácidos remansos, que a veces un rayo de sol hería hasta el fondo de la memoria y allí la  inocencia  se fundía con el verde del agua desnuda. 

Pero hubo en momento en que la vida dejó de deslizarse suavemente sin peligro río abajo y en las riberas aparecieron los primeros peces  panzudos  y  emponzoñados por el veneno de  las ideologías, de  lo que estaba  bien y estaba mal, de  dioses  predicados por   escrupulosos . Recuerdas muy bien cuándo fue y quiénes eran esos . 

Después  atravieso un lodazal de pan de rana , de aguas  fétidas ,  antes de llegar a este prado otoñal donde ahora estoy  sentado contemplando cómo pasa el agua. 

El río tiene una doble corriente, una superficial y otra profunda, como sucede también en la vida. Este suave airecillo de  febrero  va a producir muy pronto un violento deshielo, y con la crecida por la superficie veré  pasar junto con cosas  muertas  que arrastra  el cauce  de  mi vida , árboles arrancados de cuajo y enseres inútiles, todo lo que en mi  es vanidad  y  estupidez.

En cambio, por el fondo del cauce con el légamo fluirán hacia la muerte, hacia el mar, el esfuerzo que hice  para no ceder al fracaso y  a  la  tristeza  , los amores y sueños que tuve, toda la belleza que pude obtener como un regalo de mi  paso por la tierra.  Allí  vienen mis  padres, mis  hermanos, los amigos  que me acompañaron en este  largo  río, los  profesores, algún sacerdote, las canciones, los paisajes, Matilde, Manuela, Ana, Carlota, Carina  Jaume, Andreu...,y  Dios, siempre Dios, a  veces  Padre, a  veces  de una  severidad incomprensible.

Y  al  final...¡el  mar!.

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ESPACIO RADICAL: NO HAY RAZONES

1 comentario:

  1. El río es la infancia: el Misisipi de Tom Sawyer y Huckleberry Finn (la de veces que me acerqué al Huerva o al Ebro esperando ver algún ahorcado o algún tahúr aunque fuera de guiñote).
    El Ara de mi primer campamento en Broto y sus cantos (los rodados y los sonoros), con su agua gélida en la que siempre caían los mismos torpes con regocijo del resto.
    Tempus fugit. Qué cabronada.

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