Los viernes acostumbro a ir unas horas con un grupo de discapacitados. Y los terceros sábados de mes acompaño a dos de ellos a dar una vuelta.
Las historias que hay en esas biografías son conmovedoras. A veces con los hijos pasa como con el dibujo: no te sale como lo imaginabas. A un dibujo lo puedes romper y volver a hacer, borrar. Y a veces hay personas que hacen lo mismo con el hijo discapacitado. Lo tiran . Y hay otras personas que siguen para adelante.
Me hace bien acompañar esta gente. Jaime, por ejemplo.
Jaime no sabe los años que tiene. Pasa de cincuenta. A su madre le quitaron la custodia nada más nacer él. Es esquizofrénica. Es muy bueno. En las residencias donde se alojó les ha costado acertar con su enfermedad. Se escapaba muchas veces. Tiene una memoria prodigiosa. Cuando salimos vamos a un restaurante / cafetería regentada por discapacitados que se llama In / Out.
Le chifla beber café. Se queda absorto , mirándome tan fijamente desde sus gafotas que parece auscultarme en silencio .
Leo unas palabras del Papa Francisco: "No hay que asustarse nunca con las dificultades. No hay que asustarse nunca. Nosotros somos capaces de superarlas todas. Solamente necesitamos tiempo para comprender, inteligencia para buscar el camino y coraje para andar adelante. Pero nunca asustarse".
¡Qué miedo debe dar tener una hija o un hijo así!. Y, sin embargo, ¡qué maravilloso un amor que acoge de esta manera una vida ! Parece que el alma de Jaime está encerrada en un cuerpo que no termina de estar conectado con la vida. En esta gente se encierran todas las bienaventuranzas.
Me refugio en esos besos y esas caricias inocentes que me da y que tanto atraen a Dios. Tal vez pienses que Dios no pinta nada en todo esto. No lo vemos, pero es Dios quien se asoma en esas pupilas. Si está en algún sitio es allí..
No quiero vivir a solas sin pensar en los demás. No quiero ser como lobo hambriento, acechando a los demás,convencido que son mi alimento. No quiero vivir en el banquete de Epulón.
No quiero que mis errores sean tiestos que tirar a la cabeza de la gente. Quiero ir al centro exacto de esos corazones donde no hay míos, ni tuyos. Donde cada paso acerca , y las puertas se abren solas. Donde no hay verdades ni mentiras. No hay mezquindad y nadie te juzga.
Me pongo caminando siempre a oscuras junto a esta gente. No piden nada. Se dejan querer.
Condenamos la codicia , cuando somos nosotros los codiciosos, y vivimos entre codiciosos .Pensamos que somos un selecto grupo entre todos los demás , pluscuamperfectos con respecto a los demás.Y olvidamos que somos, los demás de los demás; que tenemos el lomo como todos los demás, que llevamos a cuestas, unos menos y otros más, vanidad y tontería como todos los demás.
Somos los demás de los demás, que nos hacemos los sordos cuando llaman los demás porque son "gilipolleces " escuchar a los demás, o tildamos de "manía" al amor por los demás.
Si tienes que estar en algún lado, pásate a este de los bienaventurados.
Yo me lo imagino así.
ResponderEliminarDios se levanta muy temprano y se sienta en su puesto de trabajo.
Los arcángeles del turno de noche le han preparado los treinta y tantos mil expedientes que despacha cada día.
Cuando llega mi expediente, el 2.017/ España / 21.345, Dios resopla. Nunca ha sabido muy bien qué hacer conmigo. No se trata de que yo crea en Él, se trata de saber qué va a hacer Él conmigo. Esa es la cuestión.
Dios garabatea con un lápiz de grafito sobre mi caso. Ha intentado varias veces solucionarlo sin éxito. Soy un grano en su trasero. Duro, muy duro de roer.
Me ha mandado mensajes, pero se ve que soy más corto que las mangas de mi camiseta de deporte.
El arcángel Gabriel le echa una mano. Gabriel fue albañil en tiempos y se las sabe todas.
Coge mi expediente y escribe.
Opción A: darle a Driver una patada en los huevos y archivar el caso.
Opción B : hacer que el gitanillo Moisés se cruce en su camino y que sea lo que Dios quiera.
...
Dios, que me recuerda por mi cabezonería y obstinación, se lo piensa. Acerca el lápiz a la opción A y dibuja una sonrisa sarcástica. Cualquiera en su caso marcaría la opción A. Sería lo lógico.
Gabriel apunta. Jefe, los albañiles son así. Dale otra oportunidad.
Dios se queja. Pero si este tío no ve dos en un burro. No se entera. Es torpe, muy torpe. Torpe esférico, diría yo. Por donde lo mires es torpe.
Gabriel mete presión. Jefe, decídete, tenemos dos toneladas de expedientes que resolver hoy.
Y Dios marca la opción B, convencido de que me va a hacer falta un milagro para comprender sus mensajes.
...
Salgo de curar y me voy a mi barrio.
Entro en el bar de los turcos y me pido una cerveza.
Por la acera viene un gitanillo, da unos golpecitos en el cristal para llamar mi atención, salgo y me dice que quiere hablar conmigo, qués múrgente vecino.
...
El pobre no sabe que está a punto de cambiar mi vida.
Y yo, que soy más tonto que mis pelotas, tampoco.
Si me admites el consejo, cuida con la exhibición de imágenes de incapaces. Pueden buscarte un problema serio.
ResponderEliminarAntes nos unía el bien común. Ahora nos une el relativismo: todo esta bien, porque el bien no existe.
ResponderEliminarYa no nos distinguimos por nuestras ideas, nos une nuestra falta de ideas. Para distinguirnos tenemos que recurrir a nuestra forma de vestir: a a una coleta o a una melena color zanahoria.
Tener un hijo o un hermano discapacitado es una experiencia muy dura. En parte porque vivimos en una sociedad de quejicas y "discapacitados postizos": conozco funcionarios en situación de "baja perenne", obesos que nunca pueden trabajar, depresivos por hobby (la enfermedad de moda), escoria que no han querido por pereza aprovechar las oportunidades que nos da la vida y prefieren la pasividad y el subsidio a ser personas capaces de ayudar a los que de verdad lo necesitan. Viven en nuestra sociedad como animales de compañía.
Y estos hijos de puta desvían los recursos que la sociedad podría dedicar a la ayuda de los verdaderos discapacitados para financiar su "dolce vita", que no es vida humana sino animal.