domingo, 19 de febrero de 2017

LOS BIENAVENTURADOS.

Los  viernes  acostumbro a  ir  unas  horas  con un grupo  de  discapacitados. Y los  terceros  sábados  de mes  acompaño a  dos  de ellos  a  dar  una  vuelta.

Las  historias  que  hay  en esas  biografías  son  conmovedoras.  A veces  con los hijos pasa como con el dibujo: no te sale como lo imaginabas. A un dibujo lo puedes romper y volver a hacer, borrar. Y  a  veces  hay personas  que  hacen  lo  mismo  con   el  hijo  discapacitado. Lo  tiran . Y  hay  otras  personas  que   siguen para  adelante.

Me  hace  bien  acompañar  esta  gente. Jaime, por  ejemplo.

Jaime  no sabe  los  años  que  tiene. Pasa  de  cincuenta.  A  su madre  le  quitaron  la  custodia  nada  más  nacer  él. Es  esquizofrénica. Es  muy  bueno. En las  residencias  donde  se alojó   les  ha  costado  acertar con su  enfermedad. Se  escapaba  muchas  veces. Tiene  una  memoria  prodigiosa. Cuando  salimos  vamos a  un  restaurante  / cafetería  regentada  por  discapacitados  que se  llama In / Out. 

Le chifla  beber  café. Se  queda  absorto  , mirándome tan fijamente desde sus gafotas  que parece auscultarme  en silencio .

Leo   unas  palabras  del Papa  Francisco: "No hay que asustarse nunca con las dificultades. No hay que asustarse nunca. Nosotros somos capaces de superarlas todas. Solamente necesitamos tiempo para comprender, inteligencia para buscar el camino y coraje para andar adelante. Pero nunca asustarse".

¡Qué  miedo  debe  dar  tener  una  hija  o  un  hijo así!. Y, sin  embargo, ¡qué  maravilloso  un amor  que  acoge  de esta manera una  vida  ! Parece   que  el alma  de  Jaime  está  encerrada  en un cuerpo  que  no termina  de  estar  conectado con  la  vida. En esta gente  se  encierran  todas las  bienaventuranzas.

Me  refugio  en esos  besos y esas  caricias  inocentes que me  da  y  que tanto atraen a Dios. Tal vez  pienses que Dios  no pinta nada en todo esto. No  lo  vemos, pero  es  Dios  quien se asoma  en esas  pupilas. Si está  en  algún  sitio es  allí..

No  quiero  vivir   a solas sin pensar en los demás. No quiero ser  como lobo hambriento, acechando a los demás,convencido que son mi alimento. No  quiero vivir  en el banquete de  Epulón.  

No   quiero  que  mis  errores sean  tiestos que tirar a la cabeza  de la gente.  Quiero    ir  al  centro exacto de esos  corazones donde  no hay  míos, ni  tuyos.  Donde cada paso acerca , y  las  puertas  se abren solas. Donde  no hay  verdades  ni  mentiras. No  hay mezquindad y  nadie  te  juzga. 

Me  pongo  caminando  siempre a oscuras junto a esta gente. No  piden nada. Se  dejan  querer.  

Condenamos  la  codicia , cuando somos  nosotros los  codiciosos, y vivimos  entre   codiciosos .Pensamos   que somos  un  selecto grupo entre todos los demás , pluscuamperfectos  con respecto a los demás.Y olvidamos que somos, los demás de los demás; que tenemos el lomo como todos los demás, que llevamos a  cuestas, unos menos y otros más, vanidad y tontería  como todos los demás.

Somos los demás de los demás, que nos hacemos los sordos cuando llaman los demás porque son "gilipolleces " escuchar a los demás, o tildamos de "manía" al amor por los demás.

Si  tienes  que estar en algún lado, pásate a  este  de  los  bienaventurados.
 









3 comentarios:

  1. Yo me lo imagino así.
    Dios se levanta muy temprano y se sienta en su puesto de trabajo.
    Los arcángeles del turno de noche le han preparado los treinta y tantos mil expedientes que despacha cada día.
    Cuando llega mi expediente, el 2.017/ España / 21.345, Dios resopla. Nunca ha sabido muy bien qué hacer conmigo. No se trata de que yo crea en Él, se trata de saber qué va a hacer Él conmigo. Esa es la cuestión.
    Dios garabatea con un lápiz de grafito sobre mi caso. Ha intentado varias veces solucionarlo sin éxito. Soy un grano en su trasero. Duro, muy duro de roer.
    Me ha mandado mensajes, pero se ve que soy más corto que las mangas de mi camiseta de deporte.
    El arcángel Gabriel le echa una mano. Gabriel fue albañil en tiempos y se las sabe todas.
    Coge mi expediente y escribe.
    Opción A: darle a Driver una patada en los huevos y archivar el caso.
    Opción B : hacer que el gitanillo Moisés se cruce en su camino y que sea lo que Dios quiera.
    ...
    Dios, que me recuerda por mi cabezonería y obstinación, se lo piensa. Acerca el lápiz a la opción A y dibuja una sonrisa sarcástica. Cualquiera en su caso marcaría la opción A. Sería lo lógico.
    Gabriel apunta. Jefe, los albañiles son así. Dale otra oportunidad.
    Dios se queja. Pero si este tío no ve dos en un burro. No se entera. Es torpe, muy torpe. Torpe esférico, diría yo. Por donde lo mires es torpe.
    Gabriel mete presión. Jefe, decídete, tenemos dos toneladas de expedientes que resolver hoy.
    Y Dios marca la opción B, convencido de que me va a hacer falta un milagro para comprender sus mensajes.
    ...
    Salgo de curar y me voy a mi barrio.
    Entro en el bar de los turcos y me pido una cerveza.
    Por la acera viene un gitanillo, da unos golpecitos en el cristal para llamar mi atención, salgo y me dice que quiere hablar conmigo, qués múrgente vecino.
    ...
    El pobre no sabe que está a punto de cambiar mi vida.
    Y yo, que soy más tonto que mis pelotas, tampoco.

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  2. Si me admites el consejo, cuida con la exhibición de imágenes de incapaces. Pueden buscarte un problema serio.

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  3. Antes nos unía el bien común. Ahora nos une el relativismo: todo esta bien, porque el bien no existe.
    Ya no nos distinguimos por nuestras ideas, nos une nuestra falta de ideas. Para distinguirnos tenemos que recurrir a nuestra forma de vestir: a a una coleta o a una melena color zanahoria.
    Tener un hijo o un hermano discapacitado es una experiencia muy dura. En parte porque vivimos en una sociedad de quejicas y "discapacitados postizos": conozco funcionarios en situación de "baja perenne", obesos que nunca pueden trabajar, depresivos por hobby (la enfermedad de moda), escoria que no han querido por pereza aprovechar las oportunidades que nos da la vida y prefieren la pasividad y el subsidio a ser personas capaces de ayudar a los que de verdad lo necesitan. Viven en nuestra sociedad como animales de compañía.
    Y estos hijos de puta desvían los recursos que la sociedad podría dedicar a la ayuda de los verdaderos discapacitados para financiar su "dolce vita", que no es vida humana sino animal.

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