sábado, 25 de febrero de 2017

POESÍA QUE ENSEÑA A AMAR LAS PREGUNTAS QUE NO PUEDEN SER CONTESTADAS.

Vale  la  pena  leer a santa Teresa. Para  mi  es  un hallazgo.

El Dios en el que cree Santa Teresa no es un algo abstracto , como el dios lejano  de otras  religiones. Tiene una dimensión humana. No solo habla con él sino que nos lo dibuja : habla de su cuerpo, de sus gestos, del color de sus ojos. Habla de él como mujer  enamorada. Y  eso sólo  sabe   qué significa una mujer. Los hombres  no entendemos ese amor. Como una novia , también ella busca un lugar escondido y secreto, donde recibirle, pues todo ese mundo de visiones, arrobamientos y gozos inefables, ese mundo de hermosos desatinos de los que ella da cuenta en sus escritos solo hablan del cuerpo transfigurado por el amor.

Los pasajes en que nos cuenta sus raptos no son los de una  esquizofrénica. Sus   arrobamientos lejos de apartarla del mundo la hacen soñar con una comunidad de iguales, una comunidad de mujeres. En realidad, tan pronto se encuentra con Dios corre a reunirse con sus monjas para contárselo. Y como prueba de ello ahí está el Libro de la vida, que es sin duda uno de los libros más extraordinarios, inclasificables y deleitosos que se han escrito en nuestra lengua.

Santa Teresa  ve a  Dios  y se ve atravesada por él. Tiene  pasajes  maravillosos: "...es un requiebro tan suave que pasa entre el alma y Dios, que suplico yo a su bondad lo dé a gustar a quien pensare que miento... Los días que duraba esto andaba como embobada, no quisiera ver ni hablar, sino abrasarme con mi pena, que para mí era mayor gloria, que cuantas hayan tomado lo criado”.

Es  el amor. Y sólo los que hemos sentido ese amor sabemos de qué habla. Es de ese espacio sustraído a la identidad, a la razón, al alba, lo que explica en sus trances

Es  la escena de una amante arrebatada en la noche por el ser que ama. ¿ No recordáis ese estado?.  Yo sí. Uno ha estado hablando y hablando, y hablando,horas y horas, hasta el amanecer, y no sentir cansancio de mirar  a esa  mujer. Estamos en el reino de la adoración, y adorar algo es abandonar el reino del yo, del sujeto, y desaparecer en esa noche de la que hablan las canciones de alba. 

Los amantes, en esas canciones, no quieren que la noche termine, no quieren que amanezca . “El cuerpo del amor se vuelve transparente”, escribe José Ángel Valente.

“La poesía”, escribió Lorca, “no quiere adeptos sino amantes"Y amar  es sufrir.  Santa Teresa es una de esas amantes, por eso sufre constantes trastornos y llega a enfermar una y otra vez en ese camino de perfección...

“No era grande, sino pequeño”, escribe del ángel que la visita. Ese ángel es una metáfora preciosa del amor, porque el amor, como el juego de los niños, es el reino de lo pequeño. La celda en que escribía Santa Teresa era un lugar diminuto. Escribía sentada en el suelo, poniendo el papel sobre el duro jergón, ya que apenas había espacio para más. 

Es curioso que  el Libro de la vida  está repleto de diminutivos.  Es encantadora :“Casa de trece pobrecillas, unos trabajillos envueltos en mil contentos, una triste pastorcilla, estas maripositas de las noches...”. ¡Qué belleza!: es  su manera de vivir  en  lo  pequeño, en  lo humilde. También de alegría .Lo pequeño es el símbolo de la graciosa afectividad de los villancicos y las canciones populares.

Me chifla esta  mujer  porque unió   la   religión con la  poesía . Así era también Jesucristo, su amor (y esta es la desgracia de las religiones). Esa  poesía que  nos enseña a amar las preguntas aun sabiendo que no pueden ser contestadas.


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ESPACIO RADICAL LIBRE: ENTRE GIGANTES..



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