miércoles, 28 de octubre de 2020

EL QUE DA LA VIDA POR SUS AMIGOS.

 Nadie tiene un amor más grande que el que da la vida por los amigos.


Nos rreunimos hace un tiempo todos los voluntarios del hospital Universitario de Santiago.


Cada uno de  los que estábamos allí tendría sus razones para dedicar su tiempo  a darlo a los demás. En realidad somos buscadores de oro que van por el río de almas buenas con su  particular batea  encontrando pepitas .


El amor del bueno , ¡ ay ! , está escondido en el dolor. " Que no hay amante más ducho que aquel que ha sufrido mucho". No soy buena gente , pero quiero querer  mucho,  pasando por encima de las dificultades que lleva consigo la lealtad, la fidelidad.


Del buen ladrón sabemos poco, y casi todo es negativo: que era un ladrón, que fue condenado a muerte y que murió crucificado, es decir, ejecutado con tortura. Es lo que se suele decir, una vida desastrosa, que acaba desastrosamente.


Sin embargo, de él se dice algo que es verdaderamente noble, y que encandila : cuando a Jesucristo  le atacaba todo el mundo, y Él estaba vencido, aplastado, sin poder ofrecer ningún beneficio a nadie, el tío realizó un gesto de una grandeza maravillosa, sale en defensa del bueno que ha sido injustamente condenado.


Toda persona que  haya estado en esa circunstancia  sabe lo que supone que alguien alce la voz en su defensa. Eso es de las cosas que no se pueden olvidar. Esa es mi razón y ese es mi motivo: yo he visto una persona  dar su  vida por uno. Por mi.


Uno ha estado también jodido.  Es la nobleza que brilla en el gesto de Todd Anderson al final de la película "El Club de los Poetas Muertos", cuando despreciando las advertencias del director, se pone sobre su mesa y exclama "!Oh, Capitán! ¡Mi Capitán!". No importa que lo expulsen del colegio, o que le grite una autoridad absoluta: su queridísimo maestro estaba siendo injustamente expulsado y él tenía que dar testimonio de su lealtad.


En esta foto hay eso: un grupo de gente, somos pocos, de pie, mirando a cámara, al lado del dolor, del enfermo, exclamando " oh Capitán! ¡Mi Capitán!" , delante de una sociedad que no entiende nada.




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