Muchas veces pienso qué habría ocurrido si hubiera hecho, dicho, callado, si me hubiese atrevido, dado un paso atrás o escuchado. Cómo habría cambiado mi vida, qué hubiese pasado si, por ejemplo, no decidiera ese día ir a Penwin en vez de a Guatemala.
El presente se compone de pretéritos pluscuamperfectos desechados, de decisiones tomadas y las consecuencias que traían consigo.
También de lo que nos ha ocurrido y de eso que no dejamos que nos pasara.
Muchas veces al día miramos el reloj pero no vemos el tiempo y creemos que siempre lo tendremos. Me pongo excusas para no vivir lo que no sé si tendré mañana.
Pones límites a los sentimientos y un muro a la pasión. Quieres el éxito pero sin fracaso, el salto perfecto sin renunciar a la red, ganar sin riesgo de perder lo que tienes y ser diferente sin salir de la seguridad que da el rebaño.
Y, encima, adornas lo que tienes para que parezca que lo deseas, que es tu sueño, mientras se pasa la vida y envidias a quien se atrevió a salir de su zona de confort y encontró su hogar.
Vivir no es respirar, mirar desde el tendido, conformarse; ni esperar sin avanzar, quejarse y acostumbrarse.
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