jueves, 15 de abril de 2021

DESPIDIÉNDOME.

Soy de los que piensan que es mejor  no volver una vez que me he marchado. 


Por eso no digo adiós hasta el final. Cuesta despedirse cuando uno ha puesto tanto corazón en las empresas, en las personas que amó. Hasta que sé que no hay vuelta atrás,  que ya es definitivo. 

Porque lo difícil no es despedirse , es  estar seguro de que es lo que tienes que hacer. Y, si no siempre aciertas, al menos  piensas que es lo que realmente crees que tienes que hacer para seguir adelante. 

Aunque duela. Aunque sientas que te mata un poco o más que un poco. Aunque jamás hubieras pensado que algún día tendrías que hacerlo. Aunque durante un tiempo intentaste convencerte de que hay otras soluciones. 

Aunque pretendas creer que, dando tiempo, algo cambiará. Aunque no entiendas de dónde pueden salir tanto dolor  cuando te pones a pensar en ello. Aunque sepas que te vas a encontrar solo. Aunque tu vida no vaya a ser la misma. Aunque tengas miedo. Mucho.

Aunque te hayas equivocado.

Porque despedirse de algo importante es crear un pequeño terremoto en la vida, en la tuya y en la de los demás …las piezas del puzle se desbaratan y hay que reconstruir todo aquello. 

Aunque nos parezca que ahí se acaba, que no va a ser fácil remontar. Todo se recoloca e, incluso, se hace más fuerte para la próxima despedida. Siempre podemos. Siempre. Incluso con las más duras.

Hay despedidas de nosotros mismos, esas que cierran etapas, esas que marcan un antes y un después. Esas que son definitivas. Y son despedidas de ese Suso que ya no quiero ver ni en pintura. De ese que necesitamos superar. De ese que intenta retenernos pero ya es tarde. Esas despedidas son definitivas, son para avanzar. Son necesarias, urgentes y sin retorno.

Y son muy jodidas.

No es fácil despedirse y no siempre hay que decir adiós. 

Basta con marcharse, retirarse sin hacer ruido si sentimos que sobramos. Basta con no volver donde parece que sobramos. Basta con darse la vuelta mientras todos hablan y cerrar la puerta tras de nosotros. Sin ruido. Sin que casi lo note. 

Sin mirar atrás tampoco porque, cuando me despido, con o sin un adiós, tampoco vuelvo. 

Así son mis despedidas.



1 comentario:

  1. Crecer es aprender a despedirse, como decía aquel. Muy muy buena entrada.

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