miércoles, 14 de abril de 2021

LA BAILARINA DE AUSCHWITZ .

  La bailarina de Auschwitz, de Edith Eva Eger.


Un libro donde  la autora dice que hablará de tres cosas: «mi historia de supervivencia, mi historia de autocuración y las historias de las maravillosas personas a las que he tenido el privilegio de guiar a la libertad».


Me ha tocado muy dentro, y muy hondo.  Escribe "quiero que escuches mi historia y digas: “¡Si ella puede hacerlo, yo también!”».


A veces me encontré con gente - lectores,  conocidos, algún amigo-  que no entiende que aquí, y en otras páginas que he escrito aquí y allá, cuente muchas cosas muy personales y, para algunos, indiscretas. Y me alegró leer el argumento de esta mujer.


Una de las ideas que recorre todo el libro, que comprendió al leer a Víctor  Frankl, es la de que el silencio y la negación ante las desgracias del pasado son grandes errores. 


Lo anuncia ya al principio del libro: «Durante gran parte de mi madurez, creí que mi supervivencia en el presente dependía de mantener encerrado el pasado y sus tinieblas. Durante mis primeros años como inmigrante en Baltimore en la década de 1950, ni siquiera sabía pronunciar Auschwitz en inglés. En cualquier caso, no habría querido explicarle a nadie que había estado allí, aunque hubiera podido. No quería la compasión de nadie. No quería que nadie lo supiera». 


Explica más adelante, «lejos de disminuir el dolor, todo lo que nos negamos a intentar aceptar se convierte en una realidad tan inexpugnable como los muros de cemento y las barras de acero», pues la libertad empieza por aceptar lo sucedido y «significa armarnos de valor para desmantelar la prisión pieza a pieza». 


Así es. Se trata de aceptar nuestro pasado, sea el que sea, lo consideremos como lo consideremos, porque «no podemos decidir hacer desaparecer la oscuridad, pero podemos decidir encender la luz», que «por muy frustrante, aburrida, limitadora, dolorosa u opresora que sea nuestra experiencia, siempre podemos decidir cómo reaccionar. Y por fin empiezo a entender que yo también puedo decidir. Darme cuenta de eso cambiará mi vida"..


Ya sé que una vida en el opus dei no es una vida comparable a un campo de concentración. No es ese el tema. El asunto es el de esas personas que niegan su pasado, lo ocultan, lo disfrazan, huyen.


No se trata de contar la pena negra. Ni de odiar ese pasado. Renegar de él.


Se trata  , como escribe cuando habla de las cartas con Frankl le ayudaron también a encauzar su vida: a «tratar de encontrar sentido a mi vida ayudando a que otros encontraran sentido a la suya».





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