sábado, 2 de abril de 2022

SE VAN MURIENDO.

Se van muriendo uno tras otro,  como en esas novelas de misterio donde desaparecen sin dar muchas explicaciones sus protagonistas , los Susos que me han habitado.


Sucumbió el niño que se perdió en una noche en Zaragoza siguiendo un culo que pasaba por allí. 


Y  el crío que se enamoró de la señorita Querubina en los Jesuitas.


El  monaguillo que madrugaba para ayudar en misa por una mujer que le gustaba.


El insensato adolescente que sufre por unos ojos que eran una sucursal del cielo.


El ingenuo que entregó su vida a Dios porque pensaba darle la vuelta al mundo como un calcetín. 


El joven que fue de acá para allá arrastrado por la corriente de sus pasiones, bocaneando y agonizando  en su doble vida. 


Aquel que ya no  vivirá mucho como montañero que conoce por sus nombres todas las aguas del Pirineo.


No sé cuáles serán los supervivientes definitivos, los Susos que lleguen a la última playa.


Dónde estará aquel cuarentón  que una tarde, en el Otelo quedó herido de amor para siempre.


Ese  hombre que después de tanta mentira, tanto volver a empezar, aún tiene esa mirada de la niñez que hace esfuerzos por portarse bien.


Puede que vivir también sea entender que madurar no significa dejar de ver la vida como un niño.




No hay comentarios:

Publicar un comentario