sábado, 23 de abril de 2022

Y ME FUI

Me escapo con frecuencia a la isla de Arosa. Ver el mar desde la orilla confundiendo las aguas con el cielo y la infancia marina que no tuve y que descubrí muy tarde. Adoro el mar, estoy cómodo allí. Esa  naturaleza siempre me resultó cautivadora. Lo es, en esencia. 


Otra cosa es  sumergirme en la opacidad del océano. No sé nadar. O , en fin, sobrevivo mal en el agua. Debe de ser mi condición maña. En la vida, como en el agua, también evito adentrarme en lo hondo, ponerme a merced de las mareas, el viento y lo desconocido. 


En tierra soy distinto. Temerario.


«Mi restaurante preferido de Valladolid es tu sofá», le escribí a una mujer a la que amé. ¿La amé?. ¡ Qué va!. Me encoñé. Ella se encaprichó y, tarde, me enteré que pertenecía a un salón de su memoria repleto de cabezas disecadas de tíos como yo.   


Cuando estás así, encoñado, dices cosas que no piensas.  Amar es un ejercicio muy deslenguado. Ponerle palabras al deseo nos aleja del mono. O nos acerca. Qué sé yo. Te mandas watsaps  en privado por Instagram.  Fueguitos . Bien elegido ese icono de la llamita, porque hay fotos que nos incendian por dentro. No hablo de  escotes ni pectorales ni  sexo bruto. No. Me refiero a algo parecido al Braille, una escritura que no se ve, pero que se palpa. 


Esa mujer , se llamaba Ana, creía que estar enamorada le daba derecho a intentar beber el fuego que pasaba por allí.  Era todo desvelo, realidad sin cortinajes. Cuerpo con ganas. Carne ondeando como las banderas que regulan el baño en a playa. Para ella el deseo tiene más amor que el amor mismo. Y uno cayó en esa trampa como un gilipollas.  «Siempre hay un roto para un descosido», dice mi madre. Descripción perfecta de los afectos.


Para esa mujer, Ana, duran lo mismo los amores que los helados. Al final , nada. Dos que no se hablan. Nos hacíamos compañía sin mirarnos, como los leones del Congreso.


Un día me dijo que me buscase la vida. Lo entendí. La verdad es que estaba esperando cuando abriría la jaula, harta de mis cosas. 


Y me fui.






2 comentarios:

  1. Pregunta: ¿esta Ana de Valladolid es la misma Ana que jugaba en el Betis? Si es la misma... menudo personaje, da para un libro (y de los gordos).

    ResponderEliminar
  2. ¡¡¡Noooo.... !!!!

    Qué horror!!!

    ResponderEliminar