viernes, 2 de septiembre de 2022

NOS VAMOS A LA MIERDA

Estoy convencido que nos vamos a la mierda. 


No hay que ser profeta para darse cuenta que las perversiones educativas son las que , tarde o temprano, nos llevan a lo peor de nosotros  mismos como sociedad. 


El tiempo que dedicamos a educar  es muy largo. No así  las atropelladas urgencias alarmantes que nos llegan diariamente por internet  o por cauces que cada uno use para abrevar . Malo o bueno, el efecto de la educación sobre nosotros rara vez se nota antes de diez, quizá veinte años. 


Eso es experiencia común. Terminamos madurando, tarde o temprano. 


Lo habitual es imaginar que lo que pervierte la educación son las influencias supersticiosas y retrógradas del pasado. En fin, toda esa leyenda negra  de cosas del pasado. Grave error, porque es precisamente las ideas del presente  las más difíciles de combatir. Chesterton decía  lo peliagudo y arriesgado es combatir las nuevas ideas, no las viejas, por lo mismo que hay que esforzarse más para vencer a un mocetón de veinte años que a su abuela.


Actualmente una de las peores perversiones educativas (que cuenta con el apoyo contagioso de las redes sociales pero también de docentes y médicos sin escrúpulos) es la ideología Queer o trans que ofrece a los niños desde los 4 años la posibilidad de «elegir» su sexo y modular su género de acuerdo con una disponibilidad ilimitada que no veta nada y sólo sospecha de la normalidad. 


Es asunto de mucho acojonar, y que se está instalando de una manera rapidísima.  Están secuestrando a niños , secuestrados ideológicamente.  Para esos críos el sexo deja de ser un algo biológico inamovible que luego será desarrollado por cada cual de acuerdo con sus rollo erótico . Lo mismo que la nutrición es una necesidad humana vital que cada cual orienta después de acuerdo con caprichos gastronómicos.


El sexo se convierte en una coacción restrictiva surgida de la imposición  de los intolerantes. 


Nada es inocente en las ideologías. Hay importantes intereses económicos en juego tras los cambios de sexo: cada persona que inicia los tratamientos de cambio de sexo (y cuanto antes mejor) se convierte en cliente obligado de las farmacéuticas para toda su vida. Su puta vida. 


Hoy los pobres críos padecen en las redes sociales un bombardeo publicitario que convierte el cambio de sexo en una opción atrayente, un gesto de moda que confiere distinción a quien lo adopta y sobre todo atrae la atención de compañeros  sobre el sujeto en un momento de sus vidas que no saben qué está pasando . Y lo ven, incluso, como un  regalo  especialmente codiciado. 


Es alucinante. Cuando hace público que «ha nacido con un cuerpo equivocado» y por tanto exige cambiar de nombre, de indumentaria, de alojamiento y de categorías deportivas, se pone la maquinaria en marcha. Ya antes de pedir tratamiento hormonal y cirugía, algo que será   casi irreversible  , el chaval  es acogido por un grupo de cofrades que le blindará contra los demás, empezando por sus padres, y le dictará la nueva jerga que debe utilizar pero también le aprisionará como cualquier secta y le afeará como una vergonzosa traición cualquier retroceso en el camino emprendido. 


Pero, ojo, esa transformación siempre será ortopédica y nunca llegará a sus cromosomas. Eso no se lo dicen.


Esas sectas, que no renuncian a utilizar las amenazas y hasta formas de violencia contra los «fascistas» que se oponen a su manipulación de menores, dan miedo a sus padres y pediatras  que no quieren verse señalados por esos activos nigromantes al servicio del espíritu de los tiempos.


Sé que hay quien nace con problemas de adaptación a su cuerpo y la interacción social. Y hay que ayudarlos.  Aunque rara vez los trastornos de la pubertad se resuelven con intervenciones médicas. 


Leí de un jefe de servicio en psiquiatría del hospital Johns Hopkins: «¿En qué la creencia de un hombre de que es una mujer aprisionada en el cuerpo de un hombre difiere de los sentimientos de una paciente de anorexia que se ve obesa? Sin embargo, no se trata el trastorno de esa paciente con una liposucción. Entonces, ¿por qué amputar a los pacientes que sufren disforia de género de sus genitales?». 


Entregar a quienes no tienen madurez afectiva ni física a estos procesos complejos que condicionarán su vida para siempre (tanto si siguen con ellos como si tratan de revertirlos, lo cual es más difícil y doloroso) es un auténtico crimen contra la infancia. Una putada. 


En fin, si no hay cuerpos, sexo, ni mujeres, ni niños… ¿qué queda de lo humano?  


En eso estamos. 


Nos vamos a la mierda.




2 comentarios:

  1. Antes se sabía el sexo de la persona sólo al momento de nacer. No hace tantos años se podía identificar a las pocas semanas de gestación mediante ecografía.Ahora:
    ¡se ve que hay que esperar años para saber lo que es la criatura!
    ¿Qué haremos cuando volvamos de la mierda?

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  2. Das en el clavo: tras siglos negando al creador (minúscula deliberada) toca ahora negar la criatura. No existe el hombre; no existe la mujer.

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