jueves, 29 de septiembre de 2022

MIS PADRES.

De mi madre recuerdo muchas cosas. Algunas me avergonzaron en su día, como cuando se ponía a cantar en misa al viento imperio , echando gorgoritos trémolos  al modo baturro , o cuando delante de sus amigas me llamaba , me subía el pantalón corto, y les enseñaba un rostrón que me había salido en el culo. O ir a comprar con ella , que es que contaba mi vida a todo el mundo.


También me sacaba de quicio sus suspiros , sus frases hechas, sus movimientos de cabeza....sus " ¡ como vaya yo allí!". Y  sus cabreos ante  mis portazos.


Pero también recuerdo sus labios en la frente para aliviarnos la fiebre. En una madre habitan todos los mundos. Mi  único talento como hijo fue decepcionar a la mía. No sé si alguna vez soñó conmigo futuros maravillosos, pero en poco tiempo quedó claro, muy claro, que había parido un desastre: robaba, fumaba, era un guarrete,  hacía el tonto, imitaba a profes, vecinos, y también a ella. Mi imaginación era extraordinariamente loca. Un trasto.  Un día me cazó con una colección de posavasos de puticlús que tenía escondidos. 


Repetí cursos, suspendía todo. Me escapaba de casa. Bebía, desperdiciaba mi niñez, mi adolescencia. Incluso una noche que me pilló llegando a las tantas, catorce años, me preguntó si iba de putas.   Fui muy de preocupar, la verdad.


Mi padre, muy enfadado, fuera de sí, me profetizó " eres carne de cárcel".


Mis padres  no fueron el puerto en el que amarré mi barco. Fue la playa a donde llegué nadando después del naufragio. Pero también vale eso. La  vida, hoy lo sé muy bien, es un mar agitado, imprevisible, pero los padres, al menos los míos, siempre estuvieron allí, inmutables, como un faro. Su paciencia es más grande que sus abrazos, que sus besos. 


Hoy sé que no hice las paces con mis padres hasta que no hice las paces conmigo mismo. 


¿Y qué hicieron ellos?. Nada. Lo de siempre. Estar allí. Estar allí y rezar su rosario todos los días. Nos fuimos y siguieron rezando. 


Los hijos somos como esas plantas que amarillean y parecen quebrarse , pero terminan sobreviviendo y alcanzan el verdor gracias a los cuidados de quien nunca dejó de querernos, ni dejó de confiar con ese " a ver si esta vez..."..


Mis padres sabían que los amores gigantes se encierran en los pequeños gestos. ¿ Qué gestos?, te preguntas. Pues aquel beso que te daba al irte, o al llegar a casa, y que ahora me sabe al primero. Ahora, sí, que ya nadie nos besa.


Algún día me sorprenderá la noche y ya no estarán ellos. Hoy falta mi padre. Mi querido padre que tan lejos estuve, y tan cerca lo tuve al final. Ese que una mañana que regresé después de irme muy lejos, mucho, me abrazó y repitió las palabras de padre del hijo pródigo.


Y queda mi madre, la patria de mis besos, anidado en su olor, en su humor, en su alegría.  No sé lo que soy, pero soy suyo.









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