domingo, 18 de septiembre de 2022

UNA SEÑAL.

Ayer por la mañana salí temprano a andar. Es una ruta circular que hago alrededor de casa. Son poco más de tres horas entre bosques y algún verde entre aldeas.  Cada vez disfruto  más de los recorridos de  paisajes razonables, nada de montañas colosales. Ahora no puedo con lo de hace años. Prefiero el  cultivado con vides, castaños  , un paisaje trabajado.


Mientras andaba le dije a Manuela - en realidad , hablé con bastantes de mis muertos - que , siendo el día que era, podía  enviarme un signo. Algo que la identificara y supiese que andaban por allí. Y seguí mi camino. Disfruté mucho. El bosque aquí  es un tapiz de vida apretado contra las arrugas de la tierra; en sus hondos se hunde, en sus cerros se eleva, en sus llanos de iguala. Es todo vida.


Casi al final encontré dos que venían montando dos yeguas. Hay  hay una hípica por la zona. Poco después, en medio del bosque , un caballo viene a galope hacia mi. No para de relinchar. Va y vuelve , al trote, girando al llegar al vallado que cerca la finca donde está.  Creo que quiere ir hasta las yeguas que acaban de pasar. Tiene una querencia. No para de ir de acá para allá, buscando saltar y acercarse hasta ellas. 


Es blanco. Tiene un porte maravilloso. Nos miramos de hito en hito varias veces. 


A Manuela le gustaban muchísimo los caballos. Tenía pasión por ellos. Era muy buena jinete, y había participado en espectáculos equinos durante años. Entendía de doma. Los años que vivimos juntos ya no montaba, pero los  veranos que  recibimos en casa a las hijas de unos , digamos que saludados, las matriculó en un curso en una hípica. 


Era pasión por los caballos.


Y resulta que me encuentro un caballo en el camino de vuelta a casa. Desde luego , es normal que haya caballos en una hípica cercana, pero en decenas y decenas de veces que he pasado por allí jamás me había cruzado con uno en medio del bosque.


Y pensé que allí estaba la señal. O así me pareció. 








5 comentarios: