domingo, 25 de septiembre de 2022

LA MEDUSA

Al parecer , hay una medusa que puede revertir su ciclo vital y regenerarse continuamente.  Algo así como tener el poder de volver a su adolescencia una y otra vez , y así hasta el infinito. 


Se  llama turritopsis nutricula , y es una especie de hidrozoo hidroideo de la familia Oceanidae con un ciclo de vida en el que se revierte a pólipo después de llegar a su maduración sexual. Es uno de los casos conocidos de metazoo capaz de revertir su edad adulta a una edad sexualmente inmadura de forma individual. 


¡ Vaya coñazo!: poder ser un adolescente  constantemente. Con lo bien que a uno le sientan los años, el ser perecedero y achacoso. No regresarte a esa tristeza de los catorce o quince años, a ese cuarto desordenado, a las caras largas y malos rollos de los padres, a cascársela, a los granos, a no saber dónde meter las manos al andar desgarbado, a  los portazos airados, a soñar con besar  a Carolina de Mónaco, a escuchar a Roberto Carlos y la mierda de gato que está triste y azul , a las canciones tristes...


Volver atrás es un error.  Hay gente que sólo es feliz en el pasado. Yo, a veces lo parezco, pero no: soy feliz recordando, que no es lo mismo. Pero hay quien parece que perdieron un tesoro en sus días de ayer .


Al contrario que esas medusas nosotros tenemos un compromiso con el mañana.  Los días se acaban, el entusiasmo se machita , pero hay que seguir en ese camino que viene desde la luz cegadora al apagón. ¡ Pobre medusa!, que no podrá hacer balance de lo vivido, ni tendrán que afrontar el invierno de sus años, ni irán al gimnasio a intentar parar los efectos de la edad, qué pena estar condenado a la levedad juvenil. a la sabiduría del tiempo, a kis arrepentimientos.


No, no quiero volver. Quiero seguir en este camino de regreso a casa que es la vida. La mía.


Me  entretuve en contar  todas  las  mudanzas  que he  realizado en mi vida: suman veintinueve   hasta  hoy, sin contar  pequeños  traslados.


En todas  me fui  sin  llevarme  nada. No  guardo más  que recuerdos. Ni fotografías, ni  objetos, ni "cosas".  Si  la  muerte  es  irse  sin nada, me  pillará preparado. 


Pero  la  verdad  es  que  siempre hay algo que no tiras nunca y no es necesariamente una cosa. Para mi  son  una luz, una espera o un nombre.  Muchos nombres. 


Es algo de lo que te quedas prendado, sin motivo, sin necesidad. Es una fidelidad silenciosa a lo que pasa y a lo que esperas. Es un amor taciturno, inmóvil: se posa en el fondo del alma, como en el fondo del hueco de una manos  que beben  de  la fuente. 


Deja una nada de luz, un polvo de cielo azul.


El tiempo pasa, pero existe esa cosa, esa claridad, ese nombre. 


De vez en cuando la debes considerar aparte, como ella exige, en silencio. Y ves que no envejece, no cambia. Brilla como el primer día que la escogiste. Y sabes que esta cosa que has escogido, que da luz y te guarda, reside simplemente ahí.


Y esta cosa ¿para qué sirve? Para nada. Está exenta de la utilidad mortal de todas las cosas de la vida. Brilla por su inutilidad. Lo que no sirve para nada, vale para mucho. Tiene su lugar en el mundo, en el alma, en esa belleza que no se apaga.


Tiene lugar en todas partes. Puedes  deshacerte  de todo menos de esa cosa. Menos de este nombre, menos de este cielo, de una primavera en la vida que no se apaga jamás.  Ese  centro de  gravedad  te   retiene y te  vuelve a llevar ahí cada vez. 


La dulce pendiente te inclina el corazón y el alma hacia esta única cosa, como hacia un reposo. No es un enigma, es un misterio de la infancia.


Esa manía que tenemos  de guardar cerca de uno  esa  ramita, una piedra, un silencio…




No hay comentarios:

Publicar un comentario