viernes, 12 de diciembre de 2014

UNA MANERA DE EDUCAR QUE COMO QUE NO.



En una visita al zoo, hace años, cuando vivía en el inconsciente feliz, acercamos brevemente un mechero encendido a los testículos de un mono que nos ofrecía su culete pelado desde los barrotes de la jaula: el que ha visto un mono cabreado no lo olvida nunca.

Nunca.

Por supueseto, fuimos expulsados del zoo por el guarda de turno.

Cuentan que Henry Ford en una ocasión, hablando de sus obreros, dijo: “cuando pido un par de buenos brazos, se empeñan en mandarme una persona”. Pues esa misma impresión tenía uno de algunos directivos de los colegios donde trabajé: cuando pido niños dóciles, cerebritos vírgenes, almas por formar – parecían decir– se empeñan en mandarme personas. 

Y no era infrecuente que al comprobar que esas personitas piensan por sí mismas, desarrollan su propio carácter –cada uno el suyo- de un modo espontáneo, manifiestan poco a poco sus virtudes y sus defectos, sus rarezas, sus aptitudes para lo uno y sus negaciones para lo otro, se impacientaran –los directores, digo– y se agarraran unos mosqueos de intransigencia de mono cabreado...El niño sacaba el mechero y le fogueaba los bajos.

Después de veintipico años dedicado a eso que llaman Educar, dudo mucho que fuera lo mío. Andaba lejos de tener una vocación pedagógica, de tomarme en serio programaciones, objetivos y proyectos. Lo mío se acercaba más a un tipo que se asomaba a un escenario y disfrutaba de aquellos críos haciendo de cada clase algo divertido y singular.

También más de un director topaba conmigo buscando “un par de buenos brazos, dóciles y serviles”, y se encontraba con algo parecido a una persona con una inmensa atracción hacia el exceso, y la vida como algo que tiene que ser muy alegre, divertido y , en la medida que se pueda, inolvidable. Que sólo hay una. 

Y los críos, pues felices con un señor que no suspendía, que se enrollaba sobre lo humano y lo divino, que contaba chistes y cantaba... aunque en alguna ocasión parecía que era yo el que los manipulaba, tengo para mi que sabían perfectamente de qué iba la historia, y se dejaban hacer: al fin y al cabo, el responsable último era
yo.

Durante años preparé generaciones de niños de 7 y 8 años para recibir la Primera Comunión . 

Que nadie me juzgue. Ignoro como nació la costumbre.

Componía canciones para que la Misa fuera un poco más amena para los críos – no olvidemos que tenían siete y ocho años. Pobrines. El sacerdote que oficiaba era un hombre mayor, muy piadoso. Se enteraba más bien de poco de lo que sucedía a su alrededor . 

Las canciones eran de aires gregorianos con letras en castellano de perfil parecido a los salmos. Una , nuestra favorita, decía lo siguiente:

Soy tu cervatillo, Señor, y bebo de tus aguas. (Estribillo)
Aunque se me enrosquen los cuernos en las ramas, soy tu cervatillo.
(Estribillo)
Cuando voy por la praderilla,
Yo diviso cervatilla
¡¡¡PERDÓN, SEÑOOOOORRR!!!
(estribillo)

Lo de PERDÓN, SEÑOR, como reacción a la visión de la cervatilla, y la indudable sospecha de que la misma estaba muy buena, suscitando malos pensamientos en el cervatillo,  se cantaba en grosso forte piú forte y muy sentidamente.

El sacerdote, ensimismado en la liturgia del ofertorio, no movía ni una ceja.

Ése sacerdote. Porque un día vino un cura más pureta  y al escuchar el principio de la canción (juro que intenté que no la cantaran, pero ya se sabe que cuando los chavales le cogen el gustillo al cachondeo no hay forma de pararlos), pues se armó... cerró los ojos y se encomendó como un cervatillo más... hasta que llegó lo de la cervatilla. 

Su mirada me recordó la del guarda del zoo cuando oyó los alaridos del mono . O la de Moisés cuando vio al pueblo elegido en bacanal desmadrada bailando y adorando al becerro de oro.

En este género de canciones de misa, la mayor bronca que jamás me ha echado ser humano directivo fue en Lérida, cuando escuchó en un ofertorio de Cuaresma, con las voces angelicales de unas criaturas virginales;

"¡¡¡Vengo del polvo,

y al polvo voyyyyyyy!!!".

La música era  el 2º mvt. de la 7º sinfonia de Beethoven, que versionaron Mocedades en "Cuando tú nazcas".

7 comentarios:

  1. Es curioso como la experiencia pedagógica te puede cambiar la vida.
    Y me refiero no a recibir clases, sino a impartirlas.
    Con 16 años era el Rey del Mambo en una colegio privado, galardonado hasta la extenuación atesoraba decenas de Menciones Honoríficas y premios escolares.
    El puto amo del corralillo.
    Dados mis humildes orígenes sólo tenía dos caminos para pillar pasta, o recoger fruta o dar clases particulares. Mi imagen en la sociedad provinciana donde vivía me llevó de cabeza a la segunda opción.
    Durante tres años gané pasta por un tubo, y empecé a desarrollar mi verdadera afición, la búsqueda de la hembra, así, en general.
    Para tan magna misión me compré una Puch Cobra y me aficioné a las discotecas, redil donde se movía el cotarro fémino. Vamos, que me convertí en un Jhon Travolta, camiseta hortera y andares jolivuyenses incluídos.
    ...
    Llegado el momento del salto a la fama, donde tenía que volar del nido familiar, me ofrecieron un pedazo de beca en la Universidad de Navarra, que a mi progenitor le ahorraba un pastizal y le quitaba a un molesto Travolta de su vida.
    Pero claro, una cosa era el currículum y otra la entrevista personal.
    Cuando me vieron aparecer con la moto amarilla, la camiseta de Pink Floyd y pregunté si la residencia de estudiantes era mixta, se les aclararon las ideas sobre mí.
    ...
    Y apuntaron al lado de mi nombre, en la lista de posibles, INCOMPATIBLE CON EL SISTEMA.
    ...
    Desde entonces, cada vez que veo a alguien dando clases, tengo la sensación que su vida puede dar un vuelco espectacular en unos momentos.
    Y que saldrá de cualquier embrollo haciendo un caballito con su Puch Cobra.

    Mientras busca una chica a quien decirle, bonitos ojos tienes, morena mía.

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  2. ¿Puede ser que yo me acuerde de esa moto amarilla, o me equivoco? ¿años 80-81?

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    1. Recuerdas bien, paisano.
      Los peretes como yo en la Puch Cobra amarilla, y pijolandia pilotando la Montesa de 250.
      Nos juntábamos en el Motocross de las Salinas de San Pedro del Pinatar, uno de los primeros motocross sobre arena, y allí solucionábamos de la manera más directa los problemas de clase social, los filosóficos, políticos e incluso alguna disputa amorosa.
      A la vieja usanza.
      Con una buena carrera.
      Y maricón el último.

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  3. La historia que cuentas es cojonuda.

    Por otro lado, hay quien dice "qué difícil es educar" y, en ese miedo de que los chavales no acaben "perdiéndose en la vida", creen que lo mejor es ser un pájaro de mal agüero, una señorita Rottenmeier, alguien estricto, serio y aburrido.

    Es más fácil ganarte a los chavales si eres uno más, que si te conviertes en un "aguafiestas". Lo tengo comprobado.

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  4. Te envidio. Te lo vas a pasar muy bien,

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  5. Yo creo que no.

    Voy a ver qué pasa....pero me lo pasaré muy bien.

    Y si no, pues la vida seguirá, como a todos.

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  6. Jajajaja...Suso, eres la monda!! Yo estoy segura de que eres un profe chachi piruli...

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