En las iglesias tendrían que poner un cartel: "prohibido no tocar".
Y que la gente pudiese acercarse hasta el sagrario,y abrir sus puertas, y echar un beso al aire,o dejar una petición escrita,o meter la cabeza, si cupiera, y decir lo que quisiera.
A veces pienso que Jesús echa de menos ese " !¿quién ma tocao?!" que dijo al sentir el temblor en la orla de su túnica de una pobre mujer, la hemorroisa.
¡Tocar le llamó a eso!.
Pase una temporada en Sudaquia. Me emocionaba ver a la gente sencilla acercarse al sagrario y sobarlo por los cuatros costados. Al principio me extrañó, casi un sacrilegio. En cuanto me quedé solo por primera vez, me vino a la cabeza mis años en el Olimpiakos. Irreverente, me acerqué, puse la palma de mis manos sobre el sagrario y le dije: señor, no soy digno... Jamás me salió más de dentro. Y mira que me dio cojellas Rufino en Torreciudad..
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