La palabra tradición y la palabra traición tienen la misma raíz latina: traditio de tradere, o trans dare, dar al otro lado, entregar.
Tradición es entregar a la generación siguiente. La tradición entrega lo que debe a quien se debe.
La traición en cambio entrega lo que no debe a quien no se debe. La raíz común se bifurca así en dos sentidos. Sin embargo, ojo , pestaña, que la vista engaña: a veces toda traición lo es en el fondo contra alguna clase de tradición . Y la adaptación a los tiempos nos invita cada día a traicionar tradiciones.
La verdad es que traición quizá suene demasiado mal para lo demasiado bien que quizá suene tradición.
A uno le han acusado de traidor unas cuantas veces.
Uno puede adquirir ciertos compromisos , incluso de por vida, pero si las cosas han cambiado hasta tal punto que yo no pueda darte nada más, o no puedo recibir nada más de ti (o lo uno y lo otro a la vez), si se demuestra que este intercambio que hemos prometido mantener es imposible o contrario a las aspiraciones más legítimas de mi naturaleza, estoy en el derecho de volver a empezar: nadie está obligado al imposible ni al suicidio.
Dicho de otro modo, yo te habría jurado fidelidad, había decidido entregarme a ti hasta la muerte. Hasta la muerte; esta expresión es ambigua, sin duda quiere decir: hasta mi muerte; en otras palabras, que debo estar dispuesto a morir por ti, pero también quiere decir: hasta tu muerte, o sea que sólo estoy dispuesto a morir por ti a condición de que tú estés vivo.
Pero he aquí que, sin que yo tenga nada que ver con ello, tú estás muerto. Yo estaba dispuesto a sacrificarme por ti porque me sentía vivir en ti más que en mí mismo, pero ¿qué sentido tendría ahora mi sacrificio?; ¡sería absurdo que me perdiera sin la esperanza de salvarte!
Querer ser fiel a las personas y a las cosas muertas, es matarse a sí mismo y extender la muerte a su alrededor, y es el espectáculo que ofrecen, por ejemplo, tantos esposos o padres «inconsolables» y todos los que mantienen las viejas fórmulas políticas o religiosas eliminadas para siempre por el mismo movimiento de la vida.
Hay que tener mucho tiento con las tradiciones: cuando el único argumento que queda para que algo persevere es la tradición es que ese algo ya se ha muerto.
Empezamos a envejecer cuando nuestras tradiciones y costumbres pesan más que nuestros proyectos.
La tradición es un congelado de costumbre y el fundamentalismo un ultracongelado de tradición. No hay fanático que no viva del cuento de la Tradición Inventada. Que se lo digan a Mas o Urkullo, o esa romería del Rocío que chapotea en la idolatría a una diosa con acento andaluz.
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