domingo, 6 de septiembre de 2015

CONOCER A JUANILLO

Cuando fui nombrado director de un centro – una pequeñez que no daba gloria a nadie- comprobé que el resorte de la vanidad había sido percutido, y sentí su mordedura. 

¡Director de un centro!. Estaba en la pomada, debía de ir a la delegación a dar cuenta de mis decisiones, hacía la charla de mis confidencias con un director mayor, me movía por pasillos donde se cocían decisiones que afectaban a mi gente. No debía dar cuenta de mis movimientos, era una persona en sintonía con lo que se entendía “el criterio”... 

Esa vanidad la disfrazaba de tío normal, simpático, buen rollo...¡pero bien que sentía su tontería! 

Ésta es la razón de la euforia que invade al que ama el poder, en el mismo acto de ejercerlo, por muy pequeño que sea su ámbito. "Si quieres  conocer a Juanillo, dale un carguillo".

Según cuenta su secretario Perrault, Colbert, el ministro de Luis XIV, se frotaba las manos de alegría al acercarse por la mañana a su mesa de trabajo. 

Algo parecido se trasluce en la correspondencia de Napoleón, y en los comentarios que hace su secretario el barón Fain. Pensaba que toda la maquinaria del poder en Francia recibía la energía inicial de la mesa de su despacho. 

Sentir esa gigantesca circulación de energía era para él como sentir su propia circulación magnificada. 

De Kennedy cuentan la excitación casi infantil con que los hermanos ocuparon el despacho oval tras las elecciones. Tenían un gran juguete en sus manos, y todavía sufrían la impresión de que alguien podía entrar para decirles que el recreo se había terminado.

Normalmente, en estas biografías del poder tienen efectos polimorfos: «Conduce a la riqueza, al mando, a la gloria, al heroísmo, a la santidad, al crimen y a la perversión sexual.», escribió Gregorio Marañón. 

Sin embargo, buscando legitimidad, el líder se convence fácilmente, y encima se lo cree, de que lo único que quiere es servir a la colectividad. Resulta patético ver a nuestros políticos  hablar de su afán de servicio. 

Piensan que sólo les mueve el bien de los demás. ¡Ja, ja, y ja!

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UNA MIRADA.

3 comentarios:

  1. Ya decía Tácito que la "cupido dominandi" supera a todas las pasiones. La omnipotencia: seréis como dioses.

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  2. Peor es ponerse los tacones o las insignias y empezar a tratar al resto como inferiores, o mas grave aun, cuando algunos se dan cuenta de que no dan la talla para el carguillo empezar a ningunear y humillar a los que estan a su cargo pero saben mucho mejores que ellos
    Vanidad de vanidades.......

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