En dos ocasiones fui recibido en una casa por un mayordomo con librea. A ojos de un provinciano como era yo aquello me impresionó mucho.
Con uno de ellos coincidí en una fiesta de cumpleaños de la señora de la casa en el Maresme. Allí el tío iba de muy principal regulando la entrada del personal. Era jefe de una partida de camareros, y se notaba la responsabilidad que pesaba sobre sus hombros.
Después la vida te enseña que , como el lacayo apostado ante las puertas de la sala de baile de ese cumpleaños , el pobrecico puede rechazar a las personas no autorizadas y dejar pasar a otras, pero ellos mismos, los porteros, no tienen derecho a entrar. Son unos pringaos.
Esa misma sensación de lacayo la he tenido en otras ocasiones Te queda la vanidad de estar cerca del poder . Por ejemplo, en una convención de "Los caballeros del vino" en el palacio de Pedralbes donde asistimos invitados la tuna de Monterols.
Al terminar fuimos convidados con los chóferes de los distinguidos caballeros a cenar de las sobras del ágape.
Suena despectivo y demuestra posiblemente cierta complacencia en la desgracia ajena, pero todos éramos unos colgaos de tomo y lomo.
Lo de "Los caballeros del vino" lo dice todo. Tengo un amigo que tiene una bodega, era su ilusión. Es socio de un montón de clubes del vino y va comprando botellas. El problema es que no las bebe (caen una o dos al mes) y las botellas se van estropeando en la bodega. Cuando me invita y abrimos una, la posibilidad de que esté mal son muy elevadas (no hay problema: tiene un montón y abrimos otra). Le animo a convertir su bodega en una biblioteca. Los libros que no se leen no se pasan (yo compro más libros de los que leo). Aunque los libros envejecen: no es un placer leer algunos libros viejos. Algunos envejecen peor que otros y se deshacen.
ResponderEliminarEl caso es que el vino da un cierto prestigio. Mi sobrina estuvo en Ghana en una ONG y en las casas algunos tenían televisión y microondas, pero no tenían electricidad, también debe dar prestigio. Se trata en todos estos casos de poseer.
Me parece muy aleccionadora la anécdota de los ghaneses que tienen televisión y microondas pero no electricidad, sólo para darse empaque. Pero no hay que irse tan lejos. Se me saltaron las lágrimas de risa cuando leí que, en el malhadado palacete de Pedralbes, los ex-duques de Palma, Urdangarín y su señora, Cristina Borbón de Urdangarín, habían instalado un piano de cola blanco que les había costado un dineral que no tenían, pensando que, aunque en esa "refinada" familia por su puesto nadie toca el piano, el mero hecho de instalarlo les iba a dar tono ante las visitas. Evidentemente, con eso no sólo quedan retratados ellos, sino también sus visitas. ¿Qué aprendemos de todo esto? Que la estupidez humana no conoce estamentos.
EliminarPero hoy, que estoy enternecido, le dedico a Cristina Borbón la canción „If you could see her through my eyes“, de la película „Cabaret“.
https://www.youtube.com/watch?v=q9XdGS5to8s
Esta entrada se podría ilustrar con el cuento breve de Kafka "Ante la ley".
ResponderEliminarPrecisamente lo compré ayer!!!!!!!! Una edición ilustrada por un dibujante (7 Euros) en alemán. Cuando lo compré por Amazon no sabía que era tan, tan breve. Todavía no lo he leído. Llegué a él por La justicia desahuciada, de Elpidio José Silva. Lo citaba y como no lo conocía lo encargué.
EliminarNo se entiende ese afán masoquista que tienes. Has viajado pero no parece que tengas nada de mundo. Te gusta arrastrarte. Es un hecho. Ya no vas a cambiar salvo caída del caballo que no llegará porque no sabes montar. Y no soy del Opus para escribirte resentido. Si escribes en un blog abierto, te expones al ojo público y te expones a que te digan la verdad que no quieres oir. Te gusta dar pena.
ResponderEliminarErais un os colgaos vosotros, y eran unos colgaos los "cavalleros del vino"
ResponderEliminarPicapleitos
Querido Dr. Jeckyll,
ResponderEliminar"Ante la ley" es un texto tan breve porque, más que una narración, en realidad es una parábola, al más puro estilo evangélico pero sobre todo al más puro estilo de la tradición judaica. De hecho, aunque está publicado como texto independiente y recopilado en la colección de cuentos reunida bajo el título de "Un médico rural", esa parábola está integrada en la novela "El proceso" precisamente en el sermón del sacerdote en la catedral. Esto es muy típico de la estructura compositiva de Kafka y contribuye a esa atmósfera de desorientación en que nos sumen sus novelas: que las partes son autonomizables, que tiene tanta autonomía y tanto peso una frase aislada como la novela entera, que cada frase e incluso cada fragmento de frase es contundente por sí mismo, y en general, que en cada frase e incluso en cada fragmento de frase se encierra un mundo. Y esto mismo se puede aplicar a "Ante la ley". De esta breve parábola, el fragmento de frase que más me impresiona (aparte de la abismal sentencia final que pronuncia el guardián) es éste: "pero eran preguntas indolentes, como las que formulan los grandes señores". ¡Cuántos bofetones tiene que haber recibido uno, cómo tiene que haberse sentido humillado uno para que se le ocurra escribir una frase así!