Tikal , en Guatemala, significa “Lugar de las Voces” o “Lugar de las Lenguas”.
Guardan sus ruinas una historia de amor que conmueve y asombra, cientos de años después.
En Tikal el amor y la muerte son desafiados, porque sólo el amor es más fuerte que la muerte.
Hay amores (e historias de amor) que se honran a sí mismos en el propio relato que los nombra, en la imagen que los imagina, recreándose -a fuerza de signos- en una suerte de presente perpetuo.
-Amar, morir y renacer cada equinocio
El rey Hasaw estaba profundamente enamorado de su esposa, la reina Doce Macaw.
Fue el propio rey quien construyó un templo-pirámide de cincuenta metros de altura , la “Pirámide de la Luna”, en honor a su amada frente al templo que una vez muerto él mismo ocuparía enfrente: restos de amor frente a restos de amor.
Parece que fue quien inició la edificación de las dos pirámides de Tikal (la suya propia y la de su esposa) pero desafortuadamente no llegó a verlas terminadas. Quien finalizaría la construcción de los templos y sellaría este deseo testamentario fue su hijo, Yik’in Chain K’awil. Memoria de un hijo que fue testigo de tanto amor.
Cada primavera y cada otoño, un juego de sombras entre ambas pirámides desmiente el fin del amor. Como en un ciclo infinitamente repetible de retornos, el sol se levanta detrás del templo del rey, y una sombra baña de manera perfecta el frente del templo de su amada esposa y reina.
Cuando el día pasa en esas tardes selváticas de Tikal , el sol comienza a ocultarse en el regazo del horizonte justo detrás del otro templo, el de la reina. En las tardes es ella y su sombra hecha pirámide la que baña de manera perfecta el templo de él.
Sombras de otoño. Sombras de primavera.
Hasaw y Macaw se recuestan uno sobre el otro, eternos amantes. Desconocen la tiranía de los siglos, riéndose desde sus sombras alternas del tiempo, desmintiendo que la muerte termine con el amor.
Burlando la ausencia.
Amar en ruinas…
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Como habréis visto l@s más espabilaill@s , estrenamos nuevo diseño. Volvemos donde siempre.
Un filete cocinado durante horas por 30 cocineros, no necesariamente sabe mejor que una hamburguesa.
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Como habréis visto l@s más espabilaill@s , estrenamos nuevo diseño. Volvemos donde siempre.
Un filete cocinado durante horas por 30 cocineros, no necesariamente sabe mejor que una hamburguesa.
Grazie mille de uno de los "espabilaíllos".
ResponderEliminarRectificar es de sabios y nunca es tarde para dejar el mal camino y, como dicen los rusos de la Rusia, el sabio peca pero tiene prisa por rectificar.
Buena jornada, para unos más que para otros.
Fenomenal el retorno al clásico, sobre todo con el movil me volvía turulato para leerte cada mañana. Ahora es más normal.
ResponderEliminarsi tu te sientes a gusto en tu csa, los demás nos adaptamos. Dicho esto, me has simplificado mucho leerte. Gracias ;)
ResponderEliminarMe gusta el nuevo formato. Es mucho mejor . Muy bien!
ResponderEliminar¡Menos mal!
ResponderEliminarCierto, mejor esta estética cartesiana y ortodoxa que la seudopop ochentera y anacrónica.
ResponderEliminarprobando, probando...
ResponderEliminar...ya sería demasiado que no se moderaran los comentarios.
ResponderEliminar...ya sería demasiado que no se moderaran los comentarios
...ya sería demasiado que no se moderaran los comentarios
Espabiladillo, cómo te va el barro.
ResponderEliminarMe ha impresionado mucho esta historia. En la historia del arte hay obras que juegan con el cálculo de luces y sombras, como la columa de Augusto, cuya sombra tocaba el Ara Pacis el día del nacimiento del emperador, o como un templo de Ramsés cuya puerta sólo permitía que la luz llegara al altar un día señalado. Pero esta historia guatemalteca es más grande, porque aquí es como si la astronomía, las leyes de los astros, y la arquitectura, el arte del hombre, se hubieran juntado en una especie de coyunda cósmica y espiritual para rendir tributo al amor. La pirámide guatemalteca, a diferencia de la egipcia, se puede ver también como una representación escultórica del rey, con su corona y su capa.
ResponderEliminarHay pocos colores en la Creación que guarden la pristinidad del primer día de la Creación: el verde la selva Maya, es uno de ellos.
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