domingo, 6 de septiembre de 2015

EL JINETE PÁLIDO

Entré en el restaurante. Sentí al sentarme  una inquietud que me  intranquilizó. Era el ambiente. El comedor estaba  repleto de  gente, pero el silencio era denso, incómodo.  La mayoría de los comensales  se aburría, esperaba en silencio la llegada de los platos como se espera que alguien te arroje un salvavidas. Escuchaba los pasos de los camareros, el  choque de  cucharas y tenedores, y  casi , casi, el chasquido que mastica.

Nadie miraba a nadie. 

"Cuando quieres a alguien, tienes cosas que contarle hasta el fin de los tiempos". La frase es de Christian Bobin, caballero que debía de ser recetado gratis en la Seguridad Social contra la depresión. Un hallazgo  que os recomiendo.

Para esta gente  el fin de los tiempos ya estaba ahí. El jinete pálido del Apocalipsis  se paseaba entre las mesas.

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¡¡¡YUPI!!!

3 comentarios:

  1. „PERDIERON SU AMOR COMO OTROS PIERDEN UN SOMBRERO“

    Para ilustrar la entrada de hoy, os dejo este poema de Erich Kästner titulado „Romanza objetiva“, que forma parte de un libro de poemas a modo de estampas de la vida en una gran ciudad. Aunque el poemario fue escrito en el Berlín de los años veinte, representa la vida en cualquier gran ciudad, también de nuestra época. Esta poética consiste en que el estilo de estos poemas es como estilo de esas vidas que pretendiendo ser privilegiadas se sienten satisfechas, pero se quedan en anónimas: vidas y textos ni buenos ni malos, prosaicos y banales, precisos y ambiguos, melancólicos pero risibles, entretenidos pero tristes, sentimentales pero vacíos de emoción. En suma, textos y vidas de rima fácil.

    ROMANZA OBJETIVA

    Cuando hacía ocho años que se conocían
    (y cabe decir que se conocían bien)
    de pronto perdieron su amor,
    igual que otros pierden un bastón o un sombrero.

    Estaban tristes, inventaban mentiras cordiales,
    ensayaban besos como si no estuviera sucediendo nada,
    y se quedaban mirando uno a otro sin saber cómo seguir.
    Ella se echó a llorar. Y él estaba ahí.

    Desde la ventana se podía hacer señas a los barcos.
    Él dice que ya son las cuatro y cuarto,
    tiempo de irse a tomar un café a alguna parte.
    En la casa de al lado alguien tocaba un piano.

    Se fueron al café más pequeño de la ciudad,
    y revolvían con las cucharillas en sus tazas.
    Al anochecer todavía seguían ahí sentados.
    Estaban sentados solos, y no se decían ni una palabra,
    y simplemente aquello no les entraba en la cabeza.

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  2. „PERDIERON SU AMOR COMO OTROS PIERDEN UN SOMBRERO“ (II)

    ¿Cómo se pierde un sombrero? Sin saber dónde ni cómo ni cuándo.

    A veces se sufren pérdidas como se pierde un tren: corriendo agobiado y angustiado pero sabiendo por anticipado que no se va a llegar a tiempo, es decir, sufriendo la pérdida antes de que ésta se haya producido, teniendo en las manos y delante de los ojos lo que ya hay que dar por perdido. Estas pérdidas nos llenan de ansiedad y desconsuelo y hacen que nos llenemos de reproches por lo que no llegamos a hacer cuando todavía estuvimos a tiempo.

    Otras veces se sufren pérdidas como quien pierde una apuesta o un partido: la pérdida no se la ve venir, pero se la siente en cuanto se produce. Estas pérdidas son casi siempre indoloras y no dan lugar al reproche a sí mismo ni a pedir explicaciones a otros. Simplemente son cosas que suceden y ya está.

    Y otras veces se sufren pérdidas como quien pierde un sombrero: sin saber cómo ni dónde ni cuándo. De estas pérdidas uno no se entera hasta mucho después y no se tiene ninguna noción de cómo se han producido, como si eso le hubiera sucedido a otro, o como si uno llevara dentro de sí a un extraño que llevara una vida paralela a la nuestra pero desconectada, una existencia nuestra que nos resulta tan ajena que no la recordamos y que sólo se nos anuncia en forma de pérdidas de objetos como sombreros, paraguas y cosas así. Ésa es la extrañeza hacia sí mismo de la que habla el último verso del poema. Cuando el hogar es la caja de resonancia de los ruidos de los vecinos, cuando una pareja. para hablar de sí mismos, tienen que salir de casa y citarse a una hora en un café, ¿qué tienen aún que decirse?

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  3. Yo creo que la gente no habla porque no lee. Este verano he sufrido sermones infumables en varias iglesias de nuestra geografía. Como me dijo la Zamorana: esto es una tomadura de pelo. Pero la gente tampoco escucha. Conversar no es tan fácil, es un arte y requiere un esfuerzo. Como predicar.

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