jueves, 29 de octubre de 2015

OPEN

"Open. Memorias". es  el libro de memorias de Agasi.

Más que recomendable.

Un campeón del mundo de tenis que odia el  tenis. Una  biografía sincera sobre esa  educación que  basa todo en la perfección. Ya lo hemos dicho aquí muchas veces: la suma de actos  perfectos  produce  monstruos.

“Intentas que todas las pelotas que lanzas sean grandes puntos, cuando, un noventa por ciento de los casos, con mantener el rumbo, mostrarte consistente y limitarte a lo básico, tendrías bastante para ganar...Cuando persigues la perfección, cuando conviertes la perfección en el fin último ¿sabes qué estás haciendo? Estás persiguiendo algo que no existe. Y haces desgraciados a todos los que te rodean.”.

 “Mi odio al tenis se focaliza en el dragón, una máquina lanzapelotas modificada por mi padre, que escupe fuego por la boca a 180 kilómetros por hora. Su trayectoria hace que esas pelotas resulten imposibles de devolver de una manera convencional (…) Si hago 2.500 al día, devolveré 17.500 pelotas a la semana, y al acabar el año habré devuelto casi un millón. Mi padre cree en las matemáticas. Los números, dice, no engañan. Un niño que devuelve un millón de pelotas al año será invencible”.

“Odio el tenis, lo detesto con una oscura y secreta pasión, y siempre lo he detestado”. Cuando Dios entrega un don, entrega al mismo tiempo un látigo, un látigo que sólo sirve para autoflagelarse, escribió Truman Capote en Música para camaleones.

 Un látigo o una raqueta, que deja aún más marca, podría añadir uno de los tenistas más laureados de la historia.


¡Qué pena  ver niños educados en devolver un millón de pelotas al año a una velocidad de 180 kilómetros  por hora!



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EN LO SECRETO
EL SÍMBOLO

2 comentarios:

  1. Pues yo sigo creyendo que, como decía Louis Zamperini, los jóvenes no maduran hasta que no aprenden a comprometerse con algo en la vida. Él era un delincuente juvenil con apenas 9 años y su hermano, en su afán por reconducirle, le obligó a a apuntarse a atletismo contra su voluntad. Acabó siendo campeón olímpico, y desarrolló una fortaleza de carácter que le permitió, entre otras cosas, sobrevivir 74 días como náufrago en el mar durante la II guerra mundial y a todo tipo de tormentos en el campo de concentración japonés en el que posteriormente fue recluido. Allí, un tipo apodado el pájaro, envidioso de su condición de atleta, se dedicó a torturarle para tratar de convencerle de que no era nada. Pero él sobrevivió, y lo que es mejor; posteriormente y gracias a su Fe le perdonó.
    Estas son las vidas que valen la pena. El esfuerzo, las metas, por supuesto que tienen un valor. Y la auténtica humildad reside en aceptar que a veces se gana y a veces se pierde. Nunca en engañarse y tratar de hacer de menos al ganador. hhttp://m.youtube.com/watch?v=0b02gW9KPJs

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  2. Yo no veo la vida en términos de ganador o perdedor. En primer lugar porque me parece estresante (no soy competitivo, desde luego). Repito siempre que hay que buscar el placer en el esfuerzo. Y el esfuerzo mayor es obtener la sabiduría (omnia bona paritur cum illa, que leímos hace poco en Misa).
    En Barcelona, por mi trabajo, he coincidido con padres que se han trasladado desde sus países para que sus hijos jueguen en las categorías inferiores del FC Barcelona (ocho años palante). Su esperanza es que lleguen al primer equipo y que los sueldos se mantengan en su nivel actual (el padre de Neymar ya empezó a hacer sociedades cuando el niño tenía catorce años, como leemos en la prensa).
    No son malos padres, quieren lo mejor para sus hijos. Supongo que nadie da lo que no tiene, o que son esclavos de un pasado de pobreza (la mayoría viven en condiciones bastante precarias, solo para que el niño juegue al fútbol). Los niños se dan cuenta de su responsabilidad, eso es lo que más me apena. A los once, doce años ya los empiezan a descartar y se van a jugar al San Cugat o al Gavà, con la esperanza de volver.

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