jueves, 22 de octubre de 2015

QUE VAN A PARAR AL MAR.

La primera  vez que leí las coplas de Manrique quedé  muy impresionado: la vida es el río que va a dar al mar. ¿Cuánto queda en mi cauce para llegar al mar?.


También está claro que nunca nos bañaremos dos veces en la misma corriente, según dijo Heráclito,.



Sin embargo, me gusta recordarme  sentado en la orilla del río de mi infancia, de mi adolescencia, de mi juventud,  entre las hojas caídas de este incipiente otoño , y contemplar cómo corre  el agua, alfombrada de ocres maravillosos , en este Pisuerga que acaricia el cauce de La Flecha a su paso por Valladolid. 



Es la propia memoria limpia o turbia de mi vida. Me gusta remontar el cauce de mi biografía  hasta llegar al manantial donde uno se bañaba de niño-  en Pineta, en Liédena, en Ontinar-  y escuchar  aquellas risas, aquellas canciones en el coche al regresar a Lasierra Purroy. 



Recordar también los felices y alborotados  días de la adolescencia cuando el agua   reflejaba la plata de la nieve deshelada , tan fresca y  pura  , y ese chapuzón en la cascada del Valle de Barrosa. O acariciar la suave corteza de los abedules, de una blancura virginal , y saltar por los  plácidos remansos  del río Cinca  en su paso por el Parador de Monte Perdido. 



Mi padre, furtivo, pescando truchas a mano...¡Dios, qué paz!


Después la vida  comenzó a escurrirse  suavemente río abajo y en las riberas aparecieron los primeros remolinos  , las aguas se encharcaron,  te bañabas en pan de rana, atravesaste  remansos podridos, de un olor pestilente . Cruzaste estrechos  barrancos de corrientes traicioneras,  pasarelas aéreas, farallones, desfiladeros, oquedades y cavernas...


Después aún tuviste que atravesar Oscuros y sifones de turbulencias tramposas. 



Hoy estoy en el Otoño de mi vida, sentado, contemplando cómo pasa el agua. Soy un río que lleva  mi nombre : este suave airecillo de  noviembre  va a producir muy pronto una helada  que esconderá  en mi cauce  animales muertos, ramas de árboles ,  y mucha porquería , todo lo que en mi fue vanidad  y estupidez.



 Y se acercará el invierno , y por el fondo del cauce  helado   manará hacia la muerte, hacia el mar, el empeño  que hice  para no ceder a  lo peor de mi . Esas ganas de amar , ¡tan grandes!,  mis verdades, y mis mentiras, mis fracasos, y mis aciertos ,  todos los sueños que aún acaricio , toda la belleza que quise destilar , mis oraciones, temblorosas como las de un niño, y todo  como un regalo  de mi  paso por la tierra. 



Lo que detesto de esta vida es que llegases tan pronto a tu mar, y me dejaras represado en larguísimos meandros , en tierra de nadie.



-------------
EN LO SECRETO

HOY EMPIEZA TODO

1 comentario:

  1. SUEÑOS REALIZABLES , CAMBIAR EL CURSO DE UN RÍO.

    Resulta de suma importancia las cosas que les contamos a los niños.
    Si creen en tí, ellos se las creen.
    Y entonces ocurren cosas increibles.
    ...

    Mi abuelo Emilio me dijo cuando yo era pequeño: "Una sola persona puede cambiar el curso de un río".
    Como creía en él, me lo creí.
    Y entonces ocurrieron hechos extraordinarios.

    ...

    Tendría unos quince años, y me gustaba pasear por la playa con mi perro.
    Un buen compañero, que al aire libre, se convertía en un alma salvaje.
    Trotar, escalar, bañarse, bucear, perseguir pájaros, excavar, saltar.
    Lo hacíamos juntos y lo hacíamos corriendo.

    Un día nos tropezamos con la desembocadura de un pequeño río, en la playa de Río Seco, en La Torre de la Horadada, provincia de Alicante.

    El río tenía un curso más bien pobre, de unos dos metros de anchura.
    Al llegar a la playa y tropezar con las dunas, se embalsaba en un estanque que desembocaba tras numerosas curvas en el Mar Mediteráneo.

    Y tú allí, con quince años y un perro, recordabas las palabras del abuelo Emilio.

    Y como nadie miraba, ni te juzgaba, ni te lo exigía, estabas en condiciones de medirte a tí mismo.

    Lo primero que hicimos fue construir un canal desde las aguas estancadas hasta el mar.
    Directo, por el camino más corto.
    Este canal tenía el ancho de una mano humana, que era el equivalente de dos patas de perro.
    Lo digo porque mi perro, en cuanto me veía excavar, me imitaba.

    Aquel trabajo lo hacíamos sin herramienta alguna, con las manos. Y con las patas.

    El segundo paso era formar una presa en la desembocadura natural, donde acababa el agua embalsada y se estrechaba el curso del río para atravesar la duna de arena.
    La forma de hacer la presa era acumular algunos troncos y maderas, clavarlas en la arena, y luego depositar el mayor volumen de arena en el menor tiempo posible.

    Si eras rápido, en una hora tenías construída la presa.
    Eso sí, sudando.

    El tercer paso era el mejor. Solo había que esperar.
    El agua se embalsaba en la presa, subía de nivel y buscaba la salida más próxima.
    Entonces se encontraba con el canal abierto en primer lugar, y empezaba a empujar de forma natural.

    Un placer. Ver el agua avanzar por donde tú habías decidido.
    Ver cómo ella sola se abría paso a través del canal seco, llenándolo de vida y de empuje.
    Y al cabo de otra hora, tenías el canal de medio metro de anchura, excavado por el mismo agua que buscaba una salida.

    Habías cambiado el curso del río.

    ...

    El tiempo ha pasado.
    Mi abuelo Emilio ya no está a mi lado para aconsejarme.
    Ni mi perro.

    La última vez que pasé por esa playa, estaban construyendo una urbanización.
    Un grupo de niños jugaban con teléfonos móviles.

    ...

    A veces, agarro las manos de mis hijas.
    Se las acaricio un buen rato.
    E intento transmitirles alguno de los mensajes que mi abuelo me grabó en el alma.

    ...

    Ayer tuve un día complicado.
    Volví a casa.
    Mis hijas estaban leyendo.
    Las besé y me puse las zapatillas de estar en casa.

    Bebí agua. Un vaso de dos tragos.

    En el pasillo se había fundido una bombilla.
    Fui a cambiarla.
    Entré en el cuarto de mis hijas para coger una silla.
    Y lo ví.

    ...

    Un dibujo en la pared.
    Un niño y un perro excavando un canal en una playa.

    ...

    Salí a la terraza y me encendí un cigarrillo.
    Metí la mano en un macetero. Excavé.

    Olí aquella tierra.
    Y sentí el perfume de los sueños.
    ...

    Tierra mojada, en la mano de un niño.
    Capaz de cambiar el curso de un río.

    ...

    Tintinean las luces de la autopista.
    Unas son blancas. Vienen de frente.
    Otras rojas. Se alejan.

    ...

    Como los consejos de mi abuelo.

    ...

    Resulta de suma importancia las cosas que les contamos a los niños.
    Si creen en tí, ellos se las creen.

    Y entonces ocurren cosas increibles.

    ...

    Como cambiar el curso de una vida.




    Del río de tu vida.

    ...

    ResponderEliminar