sábado, 10 de octubre de 2015

VAN GOGH

Van Gogh en los últimos años de su vida en Auvers  era un hombre doliente. No hace falta saber psicología para entender esa alma atormentada. Pintaba la muerte de una manera obsesiva.

 Sobrecogen   ese violento color morado con el que pintó el cielo sobre el tejado de la iglesia de Auvers, cuyos vitrales vemos en un primer plano del lienzo. Hay un camino que se bifurca y una campesina que pasa furtivamente. Pero la iglesia parece fría, oscura, vacía, a la espera de las almas que van a recibir la última bendición mientras se filtra la postrera luz del día por esos grandes ventanales góticos.

Esa iglesia retorcida , que parece intentar ascender , cheposa, cansada, vieja, parece el símbolo de una fe  que no tiene luz.

En los últimos meses de su vida, el genio pelirrojo, medio loco, pintaba la muerte en los campos de trigo, en los cuervos negros, en los caminos, en las colinas de ese paisaje provenzal en el que, al caer la noche, aparecen todos los fantasmas que conturban al espíritu.

Van Gogh era un autodidacta, había creado un estilo personal de pintar que estaba ligado a la forma como él veía las cosas. Sus lienzos no están contaminados por el academicismo ni por el afán de complacer a la crítica. Los últimos cuadros parecen un grito de desesperación contra un mundo que no ofrece ya ninguna esperanza pero cuya belleza fascina al alma del artista.

Ese hombre ue un rebelde frente a una sociedad que le despreciaba, y que él despreciaba. 

Tras un altercado con Gauguin  se cortó la oreja y se la entregó a una prostituta tras emborracharse. 

Alguna vez, en mi adolescencia, también muy atormentada, delirante, compleja, he sentido esa alma gemela a la del pintor holandés. Creo que muchos adolescentes  hemos cruzado esa frontera de la locura. Y creo, de verdad, que algunos se quedaron en ese lado mental de la frontera .

El episodio dela oreja cortada  ilustra el carácter de este hombre, que debía sentir una rabia incontenible frente a la incomprensión de la que era víctima. Esa rabia, esa pasión, esa violencia interior ha quedado en sus lienzos que, a la vez que nos intimidan, transmiten una sensación de pureza de quien ponía el arte por encima de cualquier consideración.

Van Gogh extrajo los materiales de su obra de una vida desdichada y solitaria. Ello queda reflejado en una pintura que nos sumerge con su poder hipnótico en sus estados de ánimo. El artista ilumina la realidad con una luz violenta que hiere.

Yo también tengo esos materiales , y con ellos rezo, canto, escribo, río, lloro, contemplo la vida, la de los demás y la mía. 

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