Regreso en coche a Valladolid. Los colores del otoño son rabiosamente intensos: naranjas, ocres, amarillos, anaranjados, marrones. ¡Algo maravilloso!
Me obligan a parar y mirar, respirar...Recuerdo al observar: " Y por la ropa, ¿por qué os preocupáis? Mira este otoño la paleta de colores de sus campos , no trabajan, ni hilan; pero os digo que no hay pintor que haga esta obra de arte , y ni Salomón en toda su gloria se vistió como uno de éstos.
Y si Dios viste así la hierba del campo, que hoy es y mañana es echada al horno, ¿no hará mucho más contigo?. Anda, no te preocupes diciendo: ¿Qué comeré? o ¿qué beberé? o ¿con qué me vestiré? .
Y, aquí está la clave que hay que entender si de verdad crees en Alguien: porque tu Padre sabe que necesitáis de todas estas cosas.
Este día de otoño conmueve. Se deshacen los sentidos en una vaga atmósfera que espolea la vida. He aparcado el coche aquí y allá, embelesado. Hace una mañana serena, lineal, sin dureza, que sonroja los mofletes, algo lánguida, que estimula una melancolía plácida.
Todo parece una canción diversa y sencilla, una balada que llega muy dentro.
Si no tuviera este pudor que a veces me posee de una manera infantil, me arrodillaría y besaría esta tierra, tan bella.
Cuenta la leyenda que cuando Miguel Ángel terminó los frescos de la Capilla Sixtina, se retiró unos días al campo. El intenso trabajo, la agotadora impaciencia del Papa y lo incómodo de la postura en los andamios, le habían dejado derrengado.
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Un amigo fue a visitarle, para informarle de la reacción de los romanos ante su magnífica obra.
Miguel Ángel estaba paseando por el campo, abstraído mirando los colores y las formas.
No me distraigas, amigo. No me distraigas.
Lo que yo sabía es que Miguel Ángel se retiró a la montaña ANTES de empezar el trabajo de la Capilla Sixtina, buscando una inspiración que en el Vaticano no le venía. Y también su famosa respuesta a la impaciente pregunta del Papa Julio II por el final del trabajo, una respuesta que, en su aparente tautología, define el quehacer artístico y debería definir también todos nuestros quehaceres en la vida:
EliminarJulio II: "¿Cuándo lo acabarás?"
Miguel Ángel: "Cuando lo acabe".
Es muy interesante el sentimiento tan arraigado en nuestra sociedad de miedo a la ruina. Se traduce en un trabajo seguro, preferentemente de funcionario (o una "renta vitalicia" o "ingreso mínimo vital para personas en situación de pobreza", como en las novelas de Jane Austin: !!soy rentista!!) y la pensión de jubilación. Concentramos nuestra lucha por la vida en obtener una buena pensión, lo que provoca un gran cansancio más debido a la tensión (tampoco trabajamos tanto) que no nos deja descansar y al final algunos se mueren agotados después de prejubilarse (ayer fui a un entierro de este tipo, un médico que se acababa de prejubilar).
ResponderEliminarExactamente esa misma reflexión me he estado haciendo estos días al hilo de las últimas entradas del Barullo, pensando en compañeros de trabajo que murieron unos recién jubilados y otros antes de alcanzar la jubilación. ¡Cuánto nos perdemos a cambio de una pequeña y engañosa sensación de seguridad!
Eliminar¡El otoño !
ResponderEliminarBuenas fotos. Pronto caerán las hojas alfombrando con su humedad unas luces nuevas.
Y si, y si, y si, y si, y si. Y nunca pasa nada. Y si pasa, que pase.
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