Proust hiló poco a poco su personal capullo de oro como un gusano hasta que al final se convirtió en la crisálida más evanescente de la historia de la literatura. Y todo por una magdalena.
La taza de camomila humeaba bajo su nariz y este hombre ya maduro un día mojó en ella una magdalena que se disolvió en varias migas dentro de la cucharilla. La elevó a los labios y no sucedió nada la primera vez. Tampoco la segunda. Pero a la tercera aquellas migas produjeron un efecto extraño.
El sabor de la magdalena le abrió un alveolo del subconsciente donde la esencia del tiempo se hallaba sumergida. De pronto su sabor le trasportó a otra magdalena lejana que, de niño, su tía Leontie le daba en Combrey y a partir de ese perfume comenzaron a abrirse espacios de la vieja casa con sus voces, rostros, muebles, paisajes, todo un tiempo que se había perdido en la memoria.
Ese hallazgo cualquier día te sucederá a ti, a mi, a todos.
El verdadero milagro proustiano no es que una magdalena mojada tenga el mismo gusto que otra magdalena mojada y despierte el recuerdo. Es que esa segunda magdalena resucite con ella un cuarto, una casa, una ciudad entera, y que ese lugar antiguo pueda, por espacio de un segundo, “conmover la solidez” de tu vida actual , forzar sus puertas y hacer vacilar sus muebles, y que toda tu zona de confort salte por los aires.
A mi me sucedió hace unas semanas mi particular experiencia proustiana al ir a beber del agua de un manantial en la poza azul, en el pueblo de Covanera. Ahuequé las manos en un arroyo para beber ...¡y llegó un recuerdo de mi adolescencia en Bielsa!
En ese instante, puedes recuperar verdades que olvidaste, amores que dejaste abandonados a la vera del camino , y al recobrar esos recuerdos llorarás - ¡nunca serán más sanadoras esas lágrimas!- porque caerás en la cuenta que fuiste bello, y bueno, y que parte de ese encanto está en que se ha esfumado.
El agua de ese manantial hoy ya no corre por el hueco de tus manos cuando querías sorber y apagar la sed de tu adolescencia.
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EN LO SECRETO: GENTE
Me ha hecho gracia la expresión "zona de confort". La inseguridad nos acompañará siempre.
ResponderEliminar"Este buitre voraz de ceño torvo
que me devora las entrañas fiero
y es mi único constante compañero..."