Hoy no sabemos nada. Dentro de unos siglos , ni Zapatero, ni Rajoy, ni Iglesias, ni todos los presidentes de estado o de comunidad autónoma serán nadie.
Ninguno de los cantantes, compositores, poetas, actores, escultores, pintores que hoy tenemos por artistas serán recordados.
Cuando estos tiempos que vivimos se transformen en una página amarilla de la historia, toda ella se cubrirá con un acontecimiento decisivo que no se ha producido aún.
No sabemos quién o quienes ocuparán ese espacio, pero es seguro que no serán ninguno de los que hoy tenemos por sabios.
Cuando este tiempo se transforme en la página amarilla de un libro, en ella no habrá nombres de escritores, científicos, políticos o artistas. El Van Gogh de hoy anda zumbado por las calles y morirá de hambre. Los grandes de mañana hoy nos dan pena y asco. Hablan un idioma que no conocemos.
No eres tú, ni soy yo, ni toda esa mierda que tenemos por culta.
Cuando juzgen a nuestro Sabina, Serrat, Vargas Llosa, y todos los que hoy consideramos "geniales" , nos tendrán por ciegos.
La historia se ha tragado casi la totalidad de los nombres de las personas particulares que vivieron en épocas pasadas, pero a cambio les ha obsequiado a esas épocas con un significado que esas épocas, en su momento, no conocían, y las ha puesto bajo una luz que ellas mismas no podían percibir. Si ahora apareciera en medio de nosotros un pinche de cocina del barroco, un alfarero del antiguo Egipto, un campesino de la alta edad media, un pastor de cabras de los tiempos de Abraham, un guerrero de Genghis Khan, un contable de Napoleón, todos ellos seres anónimos (que ni siquiera fueron tragados por el olvido, sino que jamás llegaron a estar fuera de su estómago), nosotros nos quedaríamos pasmados y estupefactos, y los miraríamos con admiración, porque la noche de la historia, al tiempo que los hacía desvanecer en las negruras ignotas, los revestía del aura invisible pero perceptible de lo singular e irrepetible. No es que los tiempos futuros no hayan de recordarnos, sino que no sabemos cómo nos recordarán. ¿Como oficinistas, como consumidores, como seres informados, como seres descreídos, como seres móviles y desarraigados, como idiotas masificados pero pintorescos, todos ellos hijos del siglo XXI, todos ellos tan anónimos como extravagantes e irrebatibles?
ResponderEliminarGracias Teniente Quilombo y gracias Suso por vuestras profundas aportaciones. Nos ayudan a pensar y el pensamiento es libertad.
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