martes, 16 de agosto de 2016

ALMONEDA

Estuve enamorado de mujeres  con profundas raíces  familiares  que estaban  arraigadas en la casa del pueblo. Aprendí mucho. 

Soy un urbanita, sin   apegos. Desarraigado de historias familiares , de  costumbres. Mi  padre fue deshederado  por  casarse con una Zabaldica ,  y con él, toda la descendencia.

Me encantaba  ver  como en la casa familiar de Ana , después de muchos años, te encuentras con los utensilios domésticos y las viejas herramientas que  usaban en la niñez: el molinillo de café, cacharros de la despensa, o del desván , la balanza romana, el molde de las magdalenas, el almirez, el arado, el trillo, la hoz,  la plancha de carbón...

Al haber perdido su carácter utilitario, la mirada nueva que se posa sobre estos instrumentos los convierte en memoria pura . Están depositados todavía en alacenas o despensas polvorientas y en almacenes derrumbados, un espacio que ha sido abandonado. Sin embargo, allí están , con un encanto especial. 

También el tiempo se ha ido alejando de sus formas hasta dejarlas detenidas en un punto del pasado que se confunde con el alma de  las generaciones que allí vivieron . A esos utensilios caseros y herramientas agrícolas estuvieron pegados el amor y el sudor de una gente desaparecida. También todos los flujos y aromas de alimentos, de tierra, de heno y animales. 

Me encantaba  visitar esas  casas.

Estos recuerdos  se han esfumado dejando las cosas  venteadasy desnuda. 

Parece  que duermen bajo el polvo , pero si los trasladaras a la sala de un museo y los colocaras bien iluminados sobre una  hornacina  ahora sería considerada una obra de arte. 

Ana, me enseñó a  amar  esa vida escondida que se camufla en esas  viejas casas .

Aprendí  que en las formas simples de esos objetos  se halla  el inicio del alma  de esas mujeres : el trillo, la niñez, el molde de las magdalenas, las primeras lágrimas, el molinillo de café, la inocencia perdida, el nombre de aquel perro, los juegos en la noche de verano, el costurero, el aguamanil de cerámica, aquel chico que pasaba los veranos allí , la plancha de carbón, el sentimiento de culpa estremecido junto al primer placer del cuerpo. 

Después de todo, la vida no es sino una sensación que se extiende sobre las formas de las  cosas  que uno ha amado.


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FOTOS DE FIESTA, Y UN ANECDOTÓN.

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