En la adolescencia tenía una doble aspiración: creer en Dios y ser limpio de corazón. No conseguí ninguna de las dos cosas. Pero sigo buscando las dos.
Ahora, comenzando la madurez, me he propuesto otros objetivos: estar en forma , no ver ni un solo telediario, y no esperar nada de nadie. Se acabó.
Desde que no veo el telediario he experimentado una levedad interior que me hace caminar por la calle flotando, movido por una energía interior que sólo a mí es debida. Ya no me muevo por ninguna noticia. Por los vecinos me entero del último atentado kamikaze , de los resultados de la Liga , y de las
cosas que pasan .
Trabajo , leo, me doy unos largos paseos, voy al cine , escucho música, rezo y sigo buscando a Dios. Al llegar a cierta edad uno sólo tiene razón si está flaco como un profeta.
Sucede que la gente que me rodea dice que Dios no está donde yo lo busco. Y que esa limpieza del corazón no es tal: piense lo que piense ya soy limpio de corazón. El pecado y la culpa fueron sembrados en mi interior y crece en mi conciencia atormentada como una mala hierba.
Después, pasa el tiempo, nos conocemos, y llega la sentencia fatal: "eres una mala persona"...ellos siguen siendo limpios de corazón, pero yo no.
Leo en la contraportada de la última novela deManuel Jabois: "una de las características del mal es dejar de ser una tentación".Tal vez allí está el problema de esa gente sin conciencia.
Leo en la contraportada de la última novela deManuel Jabois: "una de las características del mal es dejar de ser una tentación".Tal vez allí está el problema de esa gente sin conciencia.
Me hace gracia la frase "Dios no está donde tú lo buscas". Me recuerda al chiste del borracho que buscaba la llave al lado de la farola porque había luz.
ResponderEliminarMe recuerda a Fichte cuando hablada del "Yo" y del "no-Yo". Así hablamos del "Dios" y del "no-Dios": a lo mejor proyectamos nuestra manera de ser. Mañana vamos a tomar unas cañas, iremos Menganito, Zutanito, Dios y un servidor; pagará Dios que está forrado y es muy buen tío.
Este año he leído El malestar en la cultura, de Sigmund. Muy sugerente.