Hubo un tiempo que iba al colegio en un autobús escolar vigilando los críos.
Yo subía en la primera parada. Allí una madre muy estilosa, había sido modelo, venía con su hijo y un perrito bien mono, un caniche que recordaba al de Herta Frankel, que llamaba Marilyn. En fin, eso para otra entrada.
En la Wiki se habla de ella.
El perrillo al verme se lanzaba a mis zapatos y se ponía a lamerlos moviendo el rabo esperando que lo acariciara A veces tenía una variante siniestra. Estabas saludando a su dueña y comenzaba a olisquear tu sexo con un interés desmedido y aunque trataba de apartarlo con disimulo el chucho persistía en su empeño con el morro excitado como si buscara en los dentros de uno.
Y había una tercera posibilidad, que también se dio: se frotaba excitándose sexualmente en la pernera del pantalón , dale que te pego, pim pam, pim pam. Buscaba algún secreto en mi fosa séptica.
Eran situaciones que yo, que vivía compromiso de celibato apostólico, me ponían muy nervioso. La señora regañaba al chucho: "¡ Yako, por favor!"...
Y yo miraba a la señora y pensaba " ¡señora, que me pierdo!"!
Esta actitud del perro produce una situación embarazosa. Imaginaba que tal vez la mujer jugaba y hacía partícipe a Yako en sus juegos eróticos, y mi sonrisa libidinosa me delataba. Ya sabéis: la sonrisa del fauno más salido que un balcón. Santa Teresa se refirió a la imaginación como "la loca de la casa": la mía está como una puta cabra.
Aunque, en fin, también ella podía sospechar que en mi interior podía haber algo turbio que el perro está husmeando.
Es bueno mirarse en el espejo de algunos animales para aprender a vivir y es evidente que a la hora de morir cualquiera de ellos se comporta con mayor dignidad que las personas. Ya quisiera el más estoico de los filósofos estirar la pata con la suprema elegancia con que lo hace un perro, aunque no sea de raza.
Así hay que morir, sí señor.
Pero al final uno aprende mucho de los perros.
Yo he visto mover el rabo a muchos hombres cuando aparece el jefe . Y también he oído ladrar a uno en una tertulia para darse importancia . He conocido perritas que miran indulgentes y cariñosas a su chucho perdonándole siempre cualquier barrabasada que le haga. Y perros que te sacan los colmillos cuando le acaricias el belfo. O el que se tumba largo como una alfombra a la señal del índice de su director. O saltar vestido con una faldita corta tres aros seguidos siguiendo a una bailarina hortera de sonrisa mollar.
Como no, también se da mucho esa clase de sujeto canino cuya especialidad consiste en olfatear tu mierda y no hacen más que eso. Por aquí acostumbra a pasear uno que cree conocer a la perfección mi punto débil y no olvida nunca recordarte los pecadotes que cometiste y que no te gusta recordar.
Cuando te encuentras con él puede darte la mano sonriendo pero en la forma de mirarte sabes que te está olisqueando la bragueta . Con un matiz irónico de su sonrisa te hará saber que está en el secreto de tu parte oscura cuyo inventario lleva al día. Es el que de vez en cuando deja su caquita en un comentario. " te has acostado con madres".
Hay perros que te muerden la pantorrilla y no la sueltan jamás, están adiestrados para matar.
Pero ojo con el que sólo se excita cuando su olfato ha detectado tu miedo.
Si algún día caes en desgracia o alcanzas un gran éxito no te sorprendas si ellos muestran en sus colmillos tu intestino abierto . Será así porque durante años con paciencia han ido oliendo y anotando en una agenda todas tus miserias.
Guau Guau !
ResponderEliminar