Me preguntan a veces en el Barullo por qué doy tanta caña a Tomás López Pizpireta. No le paso una.
Muy sencillo. El suyo es un mal tan idiota al que no damos importancia ni prestamos demasiada atención . El niño está en la mesa de los mayores y pensamos " baj, déjalo".
Y aquí está la clave de su éxito. En las pelis de zombis se les ve tan tontainas que los listos de los protagonistas siempre los desprecian . Y no señor: hay una enorme fuerza escondida en el niño de los cojones: su infinita capacidad de contagio.
Poco a poco, van ganando terreno. Hasta que llegan a un punto, no hay peli de zombi que se precie que no salga la escena , en el que, lo que era un foco insignificante de uno o dos zombis , se desmadra y todo aparece petado de zombies que te cagas .
Y los listos y chulitos pasan a ser una minoría rodeada y muy acojonada .
El protagonista, o sea, yo, junto a los pocos que quedan, se asombra viendo cómo todo está infestado de seres como Tomás. Si no reacciono se me llena el Barullo de Tomases Lópeces Pizpiretas. . Y en nada mi mejor amigo, mis hermanas, el profe que me lee, el del Linkedin que pasaba por aquí , y mi abuela Dolores, que en el culo tiene flores, ¡todos son zombis!.
Ya es demasiado tarde, los idiotas han ganado. Observamos al zombi Tomás que nos ha vencido y nos asombramos , "¿cómo un estúpido como este ha podido hacer semejante destrozo?" . Y es entonces cuando nos damos cuenta de lo magnífica que es la estupidez. La estupidez es épica, grandiosa, es capaz de conquistarlo todo. Es algo así como el amor en san Pablo.
Por eso me cebo con Pizpireta . Si no le paro los pies al final el guionista no tiene ninguna posibilidad de que aquello acabe bien .
Estos seres lentos que cojean, arrastran los pies y babean sangre son una metáfora de la humanidad putrefacta, de nuestra capacidad humana de vivir gregariamente . Los zombis idiotas nos gustan porque tienen algo de nosotros.
Tomás representa la despersonalización del que se mimetiza en el grupo.
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