lunes, 12 de septiembre de 2016

EL TERRORISTA SIN CAPUCHA

Arnaldo Otegui  nace de  un terrorismo que se ha llevado por delante miles de  personas, niños , madres, inocentes que pasaban  por allí. Él mismo fue secuestrador. 

Bendice a esos que  se cubren la cabeza  con una capucha  para soltar frases  idiotas.  Con el rostro tapado y una metralleta en la mano, las palabras banales alcanzan mucha profundidad y no menos espanto. En el fondo  es un  carnicero. 

El   hombre para imponer sus ideas ha utilizado tanto del disfraz como de las armas. Velados con máscaras de animales, los hechiceros bailaban junto a la hoguera simulando una cacería, emitían sonidos guturales y éstos atraían a los venados. Así funciona el terror. También Otegui  es  parte de esa  mascarada.

Los matarifes ya estaban preparados. Luego los sacerdotes se han adornado la frente con grandes cornamentas y a través de la historia no han cesado de lanzar comunicados llenos de amenazas y consejos, mientras también danzaban y el infierno se hallaba a disposición de los fieles. Hasta Euskadi llegó esa liturgia. La del árbol  y  las nueces. 

Los  payasos  también  se han ocultado siempre detrás del maquillaje. Y se intuye el terror en las biografías de esos clowns  que tienen  cuentas pendientes y asuntos  de  los  que  mejor  no hablar. 

Los magistrados  se han vestido con oscuros faldones y  pelucas  barrocas, y nunca han osado dictar sentencia sino parapetados en la trasera de sus puñetas. 

¿Qué sería de la moral sin la liturgia y del veredicto sin los negros ropajes? La capucha  de los terroristas, el uniforme de los militares y la toga de los jueces son ornamentos que los hombres utilizan sólo para dar prestigio a la voz.

Ninguna máscara  podría compararse con el capirote de un terrorista cuando lanza el aburrido y pesado sermón de siempre. 

Otegui  es como Drácula . La  luz que  le desintegra es la misma que aniquila a este  pobre hombre . Las frases pronunciadas dentro de una capucha dan mucho prestigio, y frente a él la democracia sólo tiene el arma de la libertad, que es el ácido más corrosivo. 

Hoy, sin su capucha, descubrimos  la máscara patética de este  payaso.

2 comentarios:

  1. "¿Qué sería de la moral sin la liturgia y del veredicto sin los negros ropajes? La capucha de los terroristas, el uniforme de los militares y la toga de los jueces..." y algunas sotanas.

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  2. Si se lo hubiese hecho a animalitos, ahora que sus derechos están de moda, otro gallo cantaría.
    Me hace gracia que algunos partidos políticos han pedido esta semana la dimisión de una señora por dar positivo en un control de alcoholemia. Estos partidos son a su vez favorables a que Otegui ocupe un cargo público.
    El crimen, si es grande, deja de ser abyecto y se convierte en algo romántico, que hace grande al criminal. Ante el populacho, se entiende.
    No es lo mismo robar cien Euros que cien millones, como podemos ver cada día.

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