Arnaldo Otegui nace de un terrorismo que se ha llevado por delante miles de personas, niños , madres, inocentes que pasaban por allí. Él mismo fue secuestrador.
Bendice a esos que se cubren la cabeza con una capucha para soltar frases idiotas. Con el rostro tapado y una metralleta en la mano, las palabras banales alcanzan mucha profundidad y no menos espanto. En el fondo es un carnicero.
El hombre para imponer sus ideas ha utilizado tanto del disfraz como de las armas. Velados con máscaras de animales, los hechiceros bailaban junto a la hoguera simulando una cacería, emitían sonidos guturales y éstos atraían a los venados. Así funciona el terror. También Otegui es parte de esa mascarada.
Los matarifes ya estaban preparados. Luego los sacerdotes se han adornado la frente con grandes cornamentas y a través de la historia no han cesado de lanzar comunicados llenos de amenazas y consejos, mientras también danzaban y el infierno se hallaba a disposición de los fieles. Hasta Euskadi llegó esa liturgia. La del árbol y las nueces.
Los payasos también se han ocultado siempre detrás del maquillaje. Y se intuye el terror en las biografías de esos clowns que tienen cuentas pendientes y asuntos de los que mejor no hablar.
Los magistrados se han vestido con oscuros faldones y pelucas barrocas, y nunca han osado dictar sentencia sino parapetados en la trasera de sus puñetas.
¿Qué sería de la moral sin la liturgia y del veredicto sin los negros ropajes? La capucha de los terroristas, el uniforme de los militares y la toga de los jueces son ornamentos que los hombres utilizan sólo para dar prestigio a la voz.
Ninguna máscara podría compararse con el capirote de un terrorista cuando lanza el aburrido y pesado sermón de siempre.
Otegui es como Drácula . La luz que le desintegra es la misma que aniquila a este pobre hombre . Las frases pronunciadas dentro de una capucha dan mucho prestigio, y frente a él la democracia sólo tiene el arma de la libertad, que es el ácido más corrosivo.
Hoy, sin su capucha, descubrimos la máscara patética de este payaso.
"¿Qué sería de la moral sin la liturgia y del veredicto sin los negros ropajes? La capucha de los terroristas, el uniforme de los militares y la toga de los jueces..." y algunas sotanas.
ResponderEliminarSi se lo hubiese hecho a animalitos, ahora que sus derechos están de moda, otro gallo cantaría.
ResponderEliminarMe hace gracia que algunos partidos políticos han pedido esta semana la dimisión de una señora por dar positivo en un control de alcoholemia. Estos partidos son a su vez favorables a que Otegui ocupe un cargo público.
El crimen, si es grande, deja de ser abyecto y se convierte en algo romántico, que hace grande al criminal. Ante el populacho, se entiende.
No es lo mismo robar cien Euros que cien millones, como podemos ver cada día.