He vuelto a Matilla . Fui a visitar el cementerio, colocar unas flores en su tumba, rezarle unas cosas, y asistí a la Misa aniversario.
Antes me acerqué a una chopera que acostumbraba a andar cuando pasábamos allí muchos fines de semana. Ahora comienza a amarillear , y en unos días esa ribera , está al lado del río Esla, se viste de una belleza caduca maravillosa.
Después de tanto tiempo encontré que el camino estaba lleno de sombras . Las cortezas estaban lisas y suaves, como abeduladas . Las hojas amarillas ya comenzaban a caer en la pradera, formando con la hierba muerta un tapiz delicadamente podrido y alfombrado, y los álamos extraían un aroma de madera mojada. Llegué hasta un recodo donde el bosque se asoma a las orillas del río.
Había ramas muertas y el río bajaba limpio y sereno. De regreso a Matilla vi los columpios cercanos a la plaza de la Iglesia parados en el abndono. En la fuente no había nadie. Recordé las risas del verano con Manuela y su familia. Ahora el calor de la piedra de esa fuente condensaba el azul de este final de septiembre , y goteaba sobre la nostalgia de aquellas horas pasadas allí soñando.
En el corral he encontrado algunas páginas amarillentas de una revista fechada vete a saber cuándo. Despegué las hojas acartonadas y aún se podía leer la noticia de la desaparición de un niño ya olvidado, anuncios de inminentes catástrofes que no se cumplieron, la crónica de una boda de postín.
Sobre estos hechos ha transcurrido el verano, un otoño, la helada de invierno, hasta convertirlos en abono, como el sueño de nuestros ideales resbala por el alma transformándose en su alimento.
El periódico de hoy también trae noticias semejantes. Las mismas.
Le pedí a Manuela por nosotros. Su familia. Y por mi. La echo mucho de menos.
Pronto la naturaleza se irá desnudando para hibernar. Las aves migran. Las hojas alfombrarán los bosques. Es tiempo de puerros, y setas. Cuando el año que viene regrese a Matilla tal vez halle estas noticias enterradas, y el tiempo las habrá fermentado.
Sobre su estiércol, que es nuestra memoria, cultivaré las rosas más secretas.
Con el tiempo aprendemos a respetar los recuerdos más entrañables.
ResponderEliminarAl igual que las hojas marchitas del otoño, los recuerdos conforman el abono de una futura primavera que nos regalan.
Y lo mejor es que todo ese ciclo viene de serie.
Una de las razones por la que también hemos de respetar el futuro.
...
Al fin todo se convierte en una simple cuestión de respeto.
Y en él encontramos la argamasa que une las piedras de nuestra torre particular y privada.
La que se yergue con más valentía que conocimiento.
Tal vez repleta de pruebas, errores, derrumbes y reconstrucciones.
Pero enteramente nuestra.