lunes, 5 de septiembre de 2016

UN CANCER MUY MALO.

Este sábado  hice una pequeña mudanza. Unos buenos amigos   me regalaron unos sofare  y hubo que  desprenderse del viejo y  traer y colocar el nuevo. 

Sudé mucho. Al regresar a casa  me tomé tres vasos  muy fríos  de gazpacho. A media noche tuve una infección  . Algo muy malo que no había sentido antes nunca: dolor al tragar, una punzada en la garganta , y la voz  muy rara. Eran las dos de la madrugada, así que fui en busca de una farmacia de guardia. 

- Me pasa esto y esto. Yo creo que es cáncer. ¿Hay algo  que alivie este dolor?.

Aquel hombre de ojos legañosos a  punto estuvo de recetarme algo contra la disfunción  eréctil, o el mal  de coco.

Le comenté al farmaceutico de guardia " mire, dicen que el  paraíso es el cero: una burbuja de aire que recorre la línea del diafragma por debajo de la ansiedad del corazón. Cuando el cero se detiene en el centro exacto de la plomada sobre la boca del estómago, la armonía se instala alrededor, la ansiedad deja de cabalgar.  Entienda usted  que estoy  muy preocupado. Es cáncer...¿no  tendrá algo más potente para esto que me sucede?- le pregunté con voz de Pato Donald.

Me dio un "Faringesic" , y andando.

De regreso a casa  encontré unos  camareros de restaurantes que  iban   con unas bolsas de basura en la mano buscando en la vida de los demás un vertedero donde echarla. 

- Vales menos que lo hay en el interior de esa  bolsa- reflexioné. 

La gente en la calle no hace sino intercambiarse bolsas con los propios desperdicios:  yo con mi cáncer galopante, el camarero que va  palpándose la hernia mientras tira caracoles requetechupados al  contenedor ,  mañana  puede sorprendernos un terremoto, una muerte inesperada, cualquier peligro inminente. 

Pienso en el hombre de  la farmacia . Estará harto de  tíos como yo   que golpean la  ventanita  para contarte  su desgracia. Somos  gente  echando basura a  cualquiera que se cruce  con nosotros. 

Enseguida caes  en la cuenta  que el otro se quita el peso de encima , lo deposita dentro de ti y, convertido en un estercolero psíquico lleno de desechos, sigues tu camino sin lograr transferírselos a nadie. 

A la mañana  siguiente fui a Urgencias. Después de tres largas  horas de espera entro en la consulta con una doctora que se  llama Carla. 

- Verá, doctora. Yo creo que es cáncer esto que tengo - le diagnostico con voz de  pato. 

Me ausculta la garganta y   sentencia:

- Efectivamente, es cáncer. Afortunadamente  es de los que se cura con antibiótico.
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ESPACIO RADICAL LIBRE: VIDA SOLA.

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