Este sábado hice una pequeña mudanza. Unos buenos amigos me regalaron unos sofare y hubo que desprenderse del viejo y traer y colocar el nuevo.
Sudé mucho. Al regresar a casa me tomé tres vasos muy fríos de gazpacho. A media noche tuve una infección . Algo muy malo que no había sentido antes nunca: dolor al tragar, una punzada en la garganta , y la voz muy rara. Eran las dos de la madrugada, así que fui en busca de una farmacia de guardia.
- Me pasa esto y esto. Yo creo que es cáncer. ¿Hay algo que alivie este dolor?.
Aquel hombre de ojos legañosos a punto estuvo de recetarme algo contra la disfunción eréctil, o el mal de coco.
Le comenté al farmaceutico de guardia " mire, dicen que el paraíso es el cero: una burbuja de aire que recorre la línea del diafragma por debajo de la ansiedad del corazón. Cuando el cero se detiene en el centro exacto de la plomada sobre la boca del estómago, la armonía se instala alrededor, la ansiedad deja de cabalgar. Entienda usted que estoy muy preocupado. Es cáncer...¿no tendrá algo más potente para esto que me sucede?- le pregunté con voz de Pato Donald.
Me dio un "Faringesic" , y andando.
De regreso a casa encontré unos camareros de restaurantes que iban con unas bolsas de basura en la mano buscando en la vida de los demás un vertedero donde echarla.
- Vales menos que lo hay en el interior de esa bolsa- reflexioné.
La gente en la calle no hace sino intercambiarse bolsas con los propios desperdicios: yo con mi cáncer galopante, el camarero que va palpándose la hernia mientras tira caracoles requetechupados al contenedor , mañana puede sorprendernos un terremoto, una muerte inesperada, cualquier peligro inminente.
Pienso en el hombre de la farmacia . Estará harto de tíos como yo que golpean la ventanita para contarte su desgracia. Somos gente echando basura a cualquiera que se cruce con nosotros.
Enseguida caes en la cuenta que el otro se quita el peso de encima , lo deposita dentro de ti y, convertido en un estercolero psíquico lleno de desechos, sigues tu camino sin lograr transferírselos a nadie.
A la mañana siguiente fui a Urgencias. Después de tres largas horas de espera entro en la consulta con una doctora que se llama Carla.
- Verá, doctora. Yo creo que es cáncer esto que tengo - le diagnostico con voz de pato.
Me ausculta la garganta y sentencia:
- Efectivamente, es cáncer. Afortunadamente es de los que se cura con antibiótico.
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ESPACIO RADICAL LIBRE: VIDA SOLA.
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