Era buena gente. Ingenuo, algo panoli, pero majete.
En aquel tiempo, en medio del gran silencio terrestre sólo se oían enormes carcajadas de ese mono , y se dedicaba a henchir la Tierra. Y no diré más.
Hoy, los psiquiatras cobran una morterada por devolver a sus clientes a ese estado primigenio de gracia. Las cosas han llegado a tal extremo que la alegría, la desenvoltura, la naturalidad y la coherencia mental del chimpancé se ofrecen como modelo a la clase sofisticada.
Pero no resulta fácil alcanzar la dicha del mono común. . ¿Cómo recobrar aquella etapa de inocencia cuando el imperativo categórico aún no había atenazado el cerebro humano?. Según Kant, toda la moral del ser humano debe poder reducirse a un solo mandamiento fundamental, nacido de la razón, no de la autoridad divina, a partir del cual se puedan deducir todas las demás obligaciones humanas. A eso le llamó «imperativo categórico».
Desde que abandonamos las cavernas, fuimos cargados con el peso de la propia conciencia . Unos se sirvieron de la religión, de los licores, de las hierbas, de la meditación trascendental . También hemos hecho el pino, han abierto en canal ocas y auscultado sus tripas , y ha consultado los oráculos.
Nos empeñamos en cambiar de yo. Después de tantos miles de años seguimos sin gustarnos.

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ESPACIO RADICAL : PASEANDO LA PUPILA (FOTICOS).
Suso, te leo desde hace unos días, me gusta tu manera de pensar (y de escribir). Gracias por la dosis de oxígeno mental. Un abrazo.
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