viernes, 2 de septiembre de 2016

LA LUZ DE LA VIDA

La luz es  invisible. Sólo  vemos  objetos iluminados. En la luna no hay atmósfera, esa es la
razón de que sólo veamos la cara iluminada de  los planetas . 

Lo mismo sucede  con el amor. Es invisible. Y sólo vemos objetos iluminados por el amor.  El amor de una madre, de una  esposa, de  nosotros cuando  sentimos ese  amor , es luz. Esa luz es otro río de Heráclito, en el cual nadie podría bañarse nunca dos veces. La vida, el arte, el amor, la gracia , nos movemos en mundos invisibles.

Hay una lentísima fuga de  luz que va resbalando por las aguas cristalinas del río  de nuestra vida.La luz  fluyendo transforma la sustancia de todos los seres, y el tiempo no es sino la copa de cristal donde la luz se teje y se desteje siempre a sí misma. 

Vale la pena  darle  vueltas a esta metáfora. "Yo soy la Luz del mundo". Allí está la clave de todo. Un pez no sabe que el agua moja. Y nosotros vivimos sumergidos en la Gracia, donde  nos movemos, existimos , y somos. Tampoco sabemos que  la Gracia nos empapa. Sin embargo, nos empapa.

Es una tarde de otoño, y las aguas de tu río forman largos y extensos meandros  dorados  por el reflejo del atardecer . La vida pasa. En la superficie de tu vida  el río va dejando minuciosas heridas, una memoria amarilla, imágenes de un       chaval tirando guijarros de  cantos rodados que saltan la superficie de las aguas  formando círculos concéntricos en cada salto.

Cada  reflejo de esa luz   es el mundo y también tu alma entera. La pasión de vivir  consiste  en desear la luz hasta lo más  profundo de ti mismo. Más aún:  que la imposibilidad de poseerla se convierta en amor , quizás  en  deseos de  tenerla. Ya es mucho. La fusión del sol con tu alma equivale a un tiempo capturado: ese que te  permite exhalar el mejor perfume un momento antes de que se inicie el atardecer.

Te voy a  decir  donde verás esa luz  invisible: en la alegría de alma enamorada. La alegría forma parte de lo minúsculo y de lo imprevisible. Un martillito de luz golpeando el bronce de lo real. Cuando estamos alegres, Dios asoma  el  ojo por la rendija de nuestra alma. 

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