No hay cuentos infantiles sin que medie el terror como atmósfera . Los protagonistas son niños que corren el peligro de perderse, de ser raptados, maltratados o devorados por alguna bruja, un ogro, un gigante, un hada mala.
Recuerdo a mi padre en Bielsa , alrededor de la mesa camilla, retarnos a ir de noche a una curva lejana y muy cerrada de la carretera a Espierba donde, decía, había dejado un billete de mil pesetas.
Para ir allí había que cruzar un bosque. Ese el espacio más fértil para la imaginación. Daba miedo internarse en la oscuridad . Imaginabas todo
tipo de seres vivos, hostiles y amigables. Sobre todo, el típico leñador tronado que te sale en el camino y te corta en pedazos.
El bosque era una línea oscura entre el terror y la fantasía. En el lugar donde una niña había sido violada brotaba un manantial.
Hoy ese bosque se llama Internet. Allí pululan enanitos sonrientes, elfos con mirada de buenas personas, hadas madrinas con varita de estrellas. Pero también la más sucia perversión.
El Gato con botas es un pederasta que consume porno duro. El laberinto donde se perdieron Hansel y Gretel es una red lúbrica que expele vaharadas de sexo tórrido por todo el teclado. Pulgarcito ya no deja tiradas miguitas por el camino para reencontrar el camino de regreso a casa: ha decidido quedarse el sábado en casa y su mami está muy contenta porque le cree a salvo de los señores que ofrecen caramelos a los niños en el parque.
Mamá no sabe que Pulgarcito adolescente en la soledad de su habitación comienza a adentrarse en el bosque de Internet con la tableta, y en ese bosque hay agazapado un leñador de labios húmedos y mirada terrible, dispuesto a despedazarlo a cachitos.
Puede que, de repente, a altas horas de la noche se vea con terror a sí mismo masturbándose de forma obscena en la pantalla. ¿Quién le hizo esa instantánea ?
Unos segundos después, debajo de su imagen aparece un mensaje de amor que le manda un desconocido.
Así comienza el ciberleñador a comerse a Pulgarcito.
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