martes, 24 de agosto de 2021

UN NAUFRAGO EN MI PEQEÑO MAR DE RECUERDOS.

Qué callado que la gente se tiene a la muerte. 


Al morir Manuela lo que más me sacaba de quicio  era ver a la gente caminando como si nada, el taxista con su taxi, la panadera con el pan, el profesor yendo al colegio...


El disfraz cotidiano de unos seres llenos de muerte que sin embargo fingían o callaban o no se detenían a pensar en ello. 


Seres que por edad ya contaban con abuelos o padres fallecidos pero que lo llevaban en secreto, sin reflejarlo en el plomo cotidiano, porque lo habían superado con el olvido o habían domesticado a sus muertos con una fecha o aniversario, reduciéndolos a ese ramo de flores que se les pone para que estén bien callados. 


La sociedad está montada para rematar a los muertos, para humillarlos después del deceso, y pobre de ti si no participas en esa historia : cuántas veces me han dicho que ya basta, que aburro, que ya es hora de superar lo de Manuela  después de ocho años, o lo de mis otros muertos, que tengo que despejarme y mirar hacia adelante. 


Pero, vamos a ver, ¿pensáis de verdad que no consigo superar esas  muertes siendo tan fácil hacerlo como me demostráis vosotros todos los días? 


¡He sido yo quien ha decidido no superar esas muertes, quien ha incorporado mis muertos a mi a  mi vida diaria, para salvarlos y que no se me mueran nunca.


Como homenaje perenne a lo que me dieron y me siguen dando, pues no soy nada sin ellos!


No soy yo el equivocado sino vosotros. Vosotros sois cómplices de la muerte y yo no; vosotros cometéis con vuestros muertos un segundo asesinato y yo no; vosotros banalizáis la existencia y os conformáis con ella y yo en cambio la agredo y la neurotizo y la lleno de los monstruos más hermosos.


Un naufrago en mi pequeño mar de recuerdos.




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