sábado, 2 de octubre de 2021

BAJO EL VOLCÁN.

Llama la atención. 


Parece que el ser humano de hace milenios era más consciente de su irrelevancia en el universo y de su insignificancia en la historia. Espectáculos como los del volcán,  una  fragua donde los dioses creaban la tierra,  debían ayudar a sentirse poca cosa. 


Hoy no hay quien no crea que el mundo empezó con él.


Fenómenos así nos ponen en nuestro sitio. Nos colocan en tiempo y lugar, es decir, en ningún momento y en ningún sitio. No somos más que un (maravilloso) paréntesis  en la inmensidad del universo. Aunque estemos diseñados para creer otra cosa, afortunadamente.


Son acojonantes las imágenes, entre la belleza y la tragedia. La muerte de lo viejo y el nacimiento de lo nuevo. El origen de dioses, ídolos y mitos retransmitido en directo, antropológicamente hablando. 


Conocimiento en mayúsculas, si hablamos de ciencia.


Después de este espectáculo ver a nuestra clase política, a nuestros sabios, a toda esa gente tan lista, produce risa. Y mucha pena.




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