Salí a mirar el cielo hace dos noches.
Recordé a mi padre, un soñador que disfrutaba contemplando el cielo.
- Mirad, una estrella
Siempre hay un padre poeta que anuncia, como en la primera noche de la tierra, un astro que reluce igual que un clavo, suspendido allá arriba, frío y tenaz, amigo y desconocido.
También esa noche me acordé de él, cuando el silencio empezaba a dominarne como el anuncio de un cansancio dulce y necesario:
—¡Mira, el cielo!
Durante años, se vive bajo ese gran lago de vientos, de tormentas, de rutas por donde vagan astros apagados. Se anda y se vive, y se mira, y se ven sus estrellas y su luz, de un modo natural y rutinario. «Ésa es la noche». «Ése es el día», nos decimos.
Pero una tarde como hoy volviendo a casa, entre el rumor del viento que azota las hojas de los álamos, levantamos la cabeza y sorprendemos, sin saber cómo, el cielo, la primera estrella, la primera noche.
Recuerdo bien aquel vértigo, aquel primer gran miedo del cielo sobre nuestras cabezas, aquel inmenso atractivo del primer abismo. Y pienso en mi padre, y le doy las gracias.
He vuelto a ver aquellas tardes de octubre, aquellas nubes distintas, aquella luz como un estallido de silencio. Lo había olvidado.
¡ Qué grande era ese hombre!
Ojalá recuerdes tus estrellas, tus lunas y tus padres.
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