domingo, 10 de octubre de 2021

EJEMPLARES.

Conocí una mujer maravillosa. Se llamaba Ana. 


Padecía una parálisis cerebral y no podía controlar ninguna parte de su cuerpo. 


Para que lograra escribir una carta tenían que atarla a una silla y amordazarla con el fin de que no se cayera ni babeara sobre el ordenador. 


Entonces puede mecanografiar con la nariz sobre el teclado. 


Los días que la conocí  era septiembre. Era entonces cuando comenzaba  a escribir tarjetas  de Navidad 


En  la que leí  escribió: «Pasemos la Navidad con Jesús, ayudando a seres menos afortunados que nosotros».


Me sentí pequeñito , pequeñito, pequeñito. 


Las personas como ella no nos inspiran porque sus desdichas hagan que las nuestras nos parezcan menos graves, sino porque nos dan una lección de quilates.


 La cuestión no es quién tiene el peor problema. Todos tenemos problemas, y al afrontarlos podemos inspirarnos los unos a los otros.


La cuestión es qué cojones hacemos tú y yo con todo ese maravilloso caudal interior que lo tenemos oculto en la niebla densa y fría de nuestra triste y pequeña vida.







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