sábado, 19 de febrero de 2022

CÉSAR GONZÁLEZ RUANO EN BLANCO Y NEGRO.

Termino de leer el libro de Marino Gómez-Santos sobre  César González-Ruano, el hombre que se había convertido -le sacaba 27 años- en su mentor, su maestro y su amigo.


Se titula "César González-Ruano en blanco y negro", un libro que, sin duda, Gómez-Santos tenía pendiente.  Nadie ha puesto en duda la brillantez, agudeza y calidad de la prosa de C. G.R. El hombre se las trae, y en sus páginas  asoma un personaje descarnado, cínico y abrupto. 


Gómez-Santos  da su testimonio y visión del amigo al que trató muy estrechamente durante años -hasta que rompieron su amistad- y  hace el retrato de su personalidad íntima y, al paso, pintar el paisaje y la vida cultural y cotidiana del Madrid de los años 50 y principios de los 60 y de sus protagonistas en el campo literario y periodístico. Y eso es lo que ha hecho muy bien, combinando prudencia y osadía, silencios compasivos e inclemencia.


Es un muy buen libro.


Ya en el prólogo, anuncia lo que vamos a ver: “máximo propagador de su mala fama”; “un paciente para la consulta de Freud”; “solía alternar los elevados actos con acciones infames”; “víctima de un espíritu maligno que entraba en su cuerpo…”; “voluntad de ejemplaridad que no lograría nunca”; “(…) sin una leyenda monstruosa, no sería nunca nada”; “de la moral hizo una esterilla para limpiarse los pies”; “tanto se quería a sí mismo…”; “ilimitado impudor”…



El libro, que concreta y supera con creces las expectativas que uno se hace al comenzar. Plagado de anécdotas ingeniosas, divertidas y jugosas-  nos metemos en un bosque sombrío y oscuro. Son las sombras y la oscuridad de una época dura y áspera, en la que la búsqueda de los placeres y del triunfo, , con sus  rivalidades, inquinas, trapacerías, codazos, alianzas interesadas y maldades de los candidatos a la gloria literaria.


Lo que más me ha impresionado   es el personaje que finalmente y poco a poco acaba construyendo .  Una mal oliente “flor del mal”, un individuo en el que la abyección moral sólo era comparable a su talento. Solitario; rodeado de libros, de antigüedades, incapaz de vivir en algo que se pareciera a una casa, a un hogar y a una familia; truhan con maneras y pitillera de plata, dandi en bata y con ínfulas de aristocrático marqués ,  en pelea constante consigo mismo y en liza con los demás; tóxico para los otros y para sí; dolido por una lucidez vitriólica  con la que se autolesionaba; escritor compulsivo, entre otras cosas para obtener un dinero que malgastaba y cuya carencia -aunque le gustara tener criado o mayordomo- siempre le acuciaba; mujeriego impulsado por una sexualidad enervada y mórbida; destructivo y autodestructivo; pícaro y tramposo de alta gama, aunque también en bajos fondos; sumido en el abuso insalubre del café, el alcohol y el tabaco; enfermo, asustado y depresivo con frecuencia; insatisfecho consigo mismo más allá de sus muchas presunciones, Mal hijo, mal padre, mal esposo. Ruano aparece aquí como un personaje aplastado por su genialidad , profundamente patético,  un fracasado en la cima del éxito,  víctima de sí mismo.


Se calla muchas cosas y, más de una vez, hay horrores que sólo insinúa y sugiere, renunciando a entrar en el basurero y en el barro. 


Y el reconocimiento, la ternura y la admiración que, a veces lucen  , son breves treguas en blanco en la construcción de un personaje en negro.


El libro se lee como una novela. 




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