jueves, 3 de febrero de 2022

SUDAPOLLISMO

" Ten miedo al ridículo", solía aconsejarme mi padre. 


El Barullo es una ventana con cordeles donde cada uno tiende lo que le da la gana. Hay calzoncillos y pijamas, bragas, camisas. Hay jubilosas miserias y alegrías empobrecidas. Me gusta fotografiar ropa tendida. 


Cuando escribo aquí  lo hago sin intención de convencer de nada. Esto es sólo un desahogo y una manera de vivir.  A uno le entusiasman  los recuerdos de otras vidas, las anécdotas bien contadas.


Crecer no es elevarse. Crecer es hundirse. Como tubérculos, con la fuerza interior y  el empuje hacia la profundidad , que es también vida. Y la memoria. Siempre la memoria hacia adentro.


La edad hace que no entienda el presente , me desconcierta. Las preguntas que hoy me hago no pueden satisfacerse con respuestas de ayer. Así que desisto. Cada tiempo tiene sus pesar y sus renuncias, y sus descubrimientos, sus formas de amar, de desear . Ya tuve cajas de lata de Colacao  llenas de cartas que no queremos volver a leer. Juguetes rotos favoritos. 


Creo que la niñez es un opiáceo. Que estamos embobados con aquella felicidad frágil. Que la incertidumbre de los días de hoy, tan tremendamente desconcertantes para un tío como yo, y tan veloces, nos arroja a aquellos brazos firmes. Las manos de mi padre eran como las raíces de una higuera. Las manos de mi padre y su voz que aún recuerdo , incluso en sueños. En esta comunión perpetua. Está bien así, porque zambullirnos en nuestros propios ombligos es un arte noble. 


A veces pienso que mi vida  como mis amores, como mis oraciones, como miss libros preferidos, son únicos. Que se elevan sobre la rutina. Que alumbran a los demás. Y está bien también, porque: ¿Qué sería de nuestra existencia si fuéramos conscientes todo el rato de esta absoluta y total  vulgaridad? ¿Qué sería de nuestra existencia si llevásemos  nuestra contradicción y nuestra banalidad a todas partes?


¡Joder!, . Hoy le diría a mi padre: no fue leyendo todas las novelas que he  leído, ni todas las películas que he visto , ni las conferencias y charlas que he asistido  , sino oyéndote hablar de mi madre que comprendí el amor: es dejar de plantar solo cosas que sirvan y regar, cada día, un tiesto con flores en su honor. No he conocido nadie que supiera del amor y del respeto como él.


 Ay, si es que al final estamos todos enamorados de nuestra pequeñez  . De los años que volaron. De los que nos acompañaron, con dedicación y torpeza, en aquella travesía diminuta.


Es verdad que no entiendo muchas de las cosas que suceden a mi alrededor. Hay un ejercicio maravilloso que te recomiendo, amiga y amigo lector. Date un tregua a través del  sudapollismo o sudacoñismo. hazlo   cada vez que escuches o   leas opiniones que te avergüenzan, en la televisión o con un libro en las manos, en los grupos de Whatsapp...




2 comentarios:

  1. Qué largas de hacen las mañanas sin nueva entrada en el barullo ...
    Abrazo y buen finde

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