Fui un muy mal alumno.
Y, aunque cada anochecer de mi infancia regresaba a casa perseguido por la escuela, cuando mis boletines de notas llegaban a casa repletos de rayas rojas ( símbolos de mala conducta en los colegios de los jesuitas), cuando cada año era expulsado una semana a casa , otro repetí tercero de bachillerato, o fui expulsado definitivamente del colegio de El Salvador ...la verdad es que vivía tan feliz y tan campante.
Ser de los últimos tiene sus ventajas. Después, ya en el circuito de la vida , tienes una enorme resistencia al fracaso. Vamos, que te da lo mismo.
Yo era un negado para las matemáticas, además , vago de tomo y lomo, con una imaginación enloquecida que me hacía estar en todos los sitios, excepto donde debía de estar. (lecciones no sabidas, deberes no hechos), llevaba a casa unos resultados lamentables.
Me hicieron muchos tests de inteligencia , pero como eran de series y cronometrados, me ponía como una moto y respondía al buen tuntún.
—¿Comprendes? ¿Comprendes al menos lo que te estoy explicando? ...¡¡¡PERO ESTÁS TONTO, O QUÉ?...¡¡¡PERO CÓMO NO LO VES, COÑOOOO!!!
Y yo no comprendía. Fijarme me fijaba, y hasta parecía que entendía la problemática , pero, quiá, no me coscaba de nada.
Aquella incapacidad para comprender se remontaba tan lejos en mi infancia que la familia pensaba que lo mío era de cuna.
- Átalo, coño- decían mis tíos.
Y no era broma. Cuando me quedaba a su cuidado me ataban.
Si alguien que me lee mi testimonio le recuerda a su hij@ , tranquila: esta es tu página.
Yo para mis padres era objeto de estupor, y de un estupor constante, pues los años pasaban sin aportar la menor mejoría a mi estado de embotamiento escolar.
"¿Pero sólo sabes hacer el idiota?, ¿no ves que todos se ríen de ti?,, " ¡tú serás carne de presidio!" , «me quedo de una pieza, tú me estás tomando el pelo», «Es para no creérselo»...esas eran las exclamaciones familiares,
Aparentemente, todo el mundo comprendía más deprisa que yo. Por ejemplo, jugando a dominó sacaba de quicio a mis parejas.
- ¡Mecagüen la puta, Suso, ¿no has visto que te he marcado el seis doble?
Yo no me enteraba. Pensaba que era un juego de suerte, no de inteligencia.
La primera vez que alguien se dio cuenta de mis facultades fue la profesora Querubina.
- ¡Eres tonto de capirote!
A mi eso me dolió, porque estaba enamorado hasta las trancas de esa mujer y, aunque tenía diez años y no pensaba pedirle en matrimonio, me dolió.
Sin embargo, aquí estoy. Sesenta y cinco años después. Aunque, a veces, me siento como las ruinas de otra persona antigua y mejor.
Malos estudiantes han acabado siendo grandes comerciales.
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