sábado, 14 de enero de 2023

UNA COMIDA CON UN CURA .

Ayer comí con un sacerdote de un pueblo cerca de casa. Atiende bastantes aldeas , junto con su parroquia. No pertenezco a su zona, quiero decir que no soy feligrés de su negociado. Cuando voy al gimnasio acostumbro a visitar al Señor en su iglesia , y de eso le conozco.


Es un hombre bueno, tímido, sencillo, muy introvertido. Intuyo su soledad, y por eso le invité a comer y conocernos. Aceptó encantado.


Durante la comida derivó la conversación a Joaquín Romero, el alumno que acompañé en su enfermedad los últimos dos años de su vida. Iba a visitarle cada lunes. Padecía una esclerosis múltiple. Un hombre ejemplar. Un santo.


Una tarde me preguntó qué había hecho el fin de semana. Le conté la escapada que hice, y la excursión. 


- ¡ Desconectaste!- me dijo.


- Pues sí. Mucho.


Me quedé mirándolo, postrado en una cama, atado a ella por su enfermedad durante más de veinte años, inmovilizado. Y le pregunté:


- Oye....y tú, ¿ cómo desconectas?.


Con una sencillez  maravillosa me contestó:


- Cuando comulgo. Cada mañana cuando recibo a Jesús, desconecto.


Me sentí muy pequeño. Muy avergonzado. Salí de aquella habitación sin abrir la puerta, por la rendija de abajo.


Uno, que ha comulgado tantas veces, jamás entendió la  comunión con esa profundidad, que es complicidad y amor. Jamás. Uno, que muchas veces,  si el sacerdote le hubiese puesto un conguito en la lengua, hubiese respondido " amén". Uno, que no ha entendido nada, que no se ha enterado de nada, ni entonces, ni ahora.


Y eso es lo que le conté al buen sacerdote. Y le dije " y sigo igual, ¡tan lejos!". 


El hombre me escuchaba atentamente. Noté que la anécdota le removía.


- Ha tenido usted mucha suerte de encontrar personas así.


Estas conversaciones entre mayores que estamos vivos y más o menos bien , en una mesa de un restaurante, a mi me anima a encontrar un asidero a otra cosa que no sea la resignación ante la muerte. Con gente como Joaquín uno aprende que morir  es más fácil que  encontrar plaza de aparcamiento en hora punta. 


Por eso  hablo de él, y cuento su vida conmigo. Porque quiero morir así.






1 comentario:

  1. Hoy aún eres más grande, tío.
    A mí el centurión me parece uno de los mejores hombres del Evangelio. No es para nada un secundario, de hecho, perdura esta frase de él: "... una sola palabra tuya...".
    Seguro que a Jesús se le quedaron tatuadas ahí adentro.

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