jueves, 19 de enero de 2023

LOS DOS ANGELITOS.

Tuve una adolescencia , como la de la mayoría, supongo, turbadora, inestable, llena de telarañas. También muy divertida, sobre todo, porque a uno le pillaban en todas. Pero en todas.

Una vez descubrí que desde una de las ventanas del salón de casa podía ver cambiarse a la chica de servicio del tercero. Nosotros habitábamos en un cuarto piso. La chica vivía en una habitación pequeña  que daba a un patio interior.  Uno estudiaba en el salón. Y allí, ventaneando ventaneando, conocí las costumbres y horarios de la chica.

Tenía la tarde libre. Salía a media tarde y, al regresar, se cambiaba para el servicio de los Batalla, que así se llamaba la familia que servía. Allí es cuando uno estaba al acecho. 

La verdad es que no se veía gran cosa. Llegaba , se quitaba la ropa de calle y se colocaba el uniforme ( los Batalla era familia muy principal) . Nunca bajaba la persiana. Y uno, que estaba  más caliente que el queso de un san Jacobo, con poco mataba el hambre de mal año. 

Cada tarde, mientras simulaba estudiar , sentía la inercia poderosa de la canne, esa  llamada del tam tam que me reclamaba a la cortina cuando veía luz en el pequeño cuarto de aquella chica. 

Una mañana se lo conté Nacho Rodríguez Ruiz, un amigo de clase.

- Todos los días veo a una tía en pelotas desde la habitación donde estudio.

- ¿ En pelotas?

-  En bolas bolas. 

- ¿ Y está buena?

- ¡ Buenísima!: hasta los perros y los gatos se dan la vuelta por la calle cuando la ven.

Así que quedamos que vendría un día a estudiar a casa. 

Por aquellos días el cura de clase, un jesuita que se llamaba padre Lucia, un hombre histriónico, exagerado, tremendo, nos habló del escándalo, de aquellos que incitan a otros a pecar. Y  puso la cosa muy mala para esos pecadores.

Durante varios días, antes de que viniese Nacho, anduve bastante acojonadico con ese tema. Una tensión moral  interior de esas que en los dibujos animados sale un  angelito en  un hombro, y un demonio en el otro.

Pero Nacho no debía tener ni ángel ni demonio y se vino a casa. 

A mi madre, que me conocía , eso de que viniese un amigo a estudiar a casa le mosqueó mucho...¡¡¡ a estudiar!!!..."¿ a estudiar?  ¿con ese golfo?...¡si  mi hijo no ha estudiado en su vida!

Así que se esperó. Vigilante y al acecho. 

Cuando vio que apagábamos las luces,  pensó: " ¡tate!

Abrió la puerta sin avisar..."¡ ¿ qué pasa aquí? !

La pillada fue veracunda...en fin. Estábamos mirando los dos por las rendijas de la persiana del salón...dimos un respingo al escuchar el grito. Mi madre sube la persiana. Mira. Ve a la chica cambiándose. Y, sin cortarse un pelo , ¡pues buena es la navarra!, abre la ventana y comienza a chistar con todas sus fuerzas:

- ¡¡¡ CHSSSSS, CHSSSS!!!...¡¡¡CHIQUUITAAA, CHIQUITAAAA!!!...ABRE LA VENTANA, POR FAVORRR!!!

La pobre y humilde empleada del servicio doméstico, se asoma:

- ¿ Síííí?

- ¡ Te importaría cambiarte bajando la persiana, es que mi hijo está aquí con amigos viéndote desnuda! 

La chica cerró, bajó la persiana ( imagino que avergonzadísima sabiendo que " los amigos de su hijo"  la habían estado  observando )...

- ¡Joder , mamá!....¿ "mis amigos" ?...sólo era uno.

- ¡ Me da lo mismo!...si no te pillo  vendes entradas en unos cuantos días.

Durante semanas, meses, no tenía valor para coincidir con la chica en el ascensor...era verla llegar al portal y me daba una vuelta por allí, charlando con mis dos ángelitos en cada hombro.



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