De pequeño me enseñaron a besar el pan que se tiraba. Y lo hacíamos.
Hoy ya no besamos ni el pan, ni las lentejas, ni los macarrones, ni el marisco, ni el chuletón que tiramos (¡y se tira!)
Había un sentimiento de lo sagrado que tiene mucho que ver con la enseñanza de contemplar el misterio que hay en la vida. Se educaba para tener una capacidad donde se veía lo sagrado hasta en lo más material.n
Un campesino,por ejemplo, considera su patrimonio como un tesoro inviolable que ha recibido de sus antepasados y dilapidar esa herencia le parecería una profanación: un simple trozo de pan basta para despertar el sentido de lo sagrado. No vemos sólo un alimento, es algo más, hay trabajo, tradición, respeto a la tierra.
Todo eso ahora nos parecen gilipolleces.
Perder esa disposición interior lleva a mirar las cosas como cosas, se profana todo lo que se toca: de una obra de arte se admira la pasta que cuesta, de una mujer su cuerpo, de Dios nos interesa que nos proteja de la muerte y del infierno, de un feto si me viene bien o mal a mi, de un hombre nos asombra su riqueza...
No hay comentarios:
Publicar un comentario