martes, 24 de enero de 2023

!!! SUSO, FIL DE PUTA!!!

En  Tarragona  algunos  días  , cuando  estaba harto, en  aquellos  años  era  muy  frecuente, salía  del colegio  donde trabajaba a  pasear  y  perderme.


Cerca  de  Morell encontré  un restaurante  atendido  por  una  de  las  mujeres  más  guapetonas  que  he  visto  en  mi  vida. Se llamaba Roser. Lo  que  al  principio era  algo  esporádico ,  termino  siendo  una  costumbre. 

Como  muchas  otras  historias  todo empezó  con  la mañana que dijo al verme entrar 
un " ¡ hace  mucho  que  no venías  por  aquí!, ¡se  te echaba  de  menos!".

- Sí,  yo  también a  ti- contesté.

Aunque había ido muchos días por allí, esa mañana  empezó  la historia.

El  restaurante  se  llamaba  La  Era. Nada  del  otro  mundo.  Salvo  Roser  ,  que  le  daba  la  clasificación de  cinco  tenedores,  cinco estrellas, catorce  espigas, y  cien racimos.

En las puertas de la  Era  acostumbraba a  estar  postrado  un perro que con  el  tiempo me  cosqué  que  tenía  algo de  humano. Casi  estaba  uno  por  creer  en la   reencarnación  . El  chucho  parecía  una persona de lo que sabía, de  como  te  miraba, y  escuchaba.…

Yo  pienso  que  le  caía  muy  bien.  En cuanto  me  veía dirigirme  a la  Era  , ladraba, y  se  mostraba  feliz.

Allí siempre había cinco o seis mesas con gente  de  un  polígono  cercano, algún  viajante  e, imagino, solitarios  que  pasaban  por  allí  para  contemplar  a  Roser.  Esa  mujer  alegraba  el  día, y  bien  valía  una  cerveza,  o  tres...o  diez.

Roser  se  acercaba  y  les  decía:

- Si vieran ustedes el perro ese lo inteligente que es.

- ¿Qué es lo que hace, Roser?

- Ahora verá usted:  ¡” Churchill”!

Y se  acercaba  “ Churchill ”, que era un perro sin raza determinada, y  cara  de  pillo. Entonces  decía Roser:
   
- Póngale ustedes  una moneda de un  euro en la nariz.

Se quedaba el perro quieto y le hacía la  morenaza de ojos  verdes   con las palmas.

-  ¡Una, dos y tres!.

Y el perro cogía la moneda, la echaba a  lo  alto  y la recogía con la boca.  Así,  como  lo  cuento.  Salía luego corriendo en busca de un escondite que tenía allí por los árboles del campo, la escondía y volvía otra vez a que le dieran más monedas. Así se pasaba   "Churchill"  muchas tardes  cogiendo euros…

Roser  me  llevó  hasta  el  escondite  del chucho,  y  me  contó  que por la mañana, cuando abrían un colmado  que había al lado de  La  Era , llegaba el perro al sitio donde tenía escondido el tesoro y sacaba cuatro o cinco monedas, se iba al colmado, las echaba en el suelo y  el dueño sabía que le tenía que dar cuatro o cinco tortas, ¡se ponía  ciego de tortas!, y si le había quedado hambre, al hoyo por más monedas y  al almacén por más…

Y así, un día y otro día…

Y una tarde  que  escapé  a  ver  a  Roser ,  veo  que  no  tengo  ni  un  euro,  pensé en el perro,  y me voy al sitio  donde  estaba el tesoro , escarbo:

- ¡¡¡ Su  madre !!! ¡¡¡Veintitrés  euros!!!

Cogí  el  dinero, salí corriendo  antes que volviera el perro, y cuando llegué pedí un Jack Daniels , y  darle a  la  hebra con Roser.

Poco después, aparece  el perro  , y no veas la cara de cabreo que traía… 

Y empieza a oler a todo  quisqui . Se va a una  mesa  donde había  una  pareja , a olerla...se   acerca al chino  que  estaba jugando  en la  tragaperras a olerlo, se va a  un payés  que  estaba  tomando  un vino  a olerlo, se va a  Roser y la  huele…

Y yo acojonadico  viéndole hacer aquellas cosas.

Hasta que me lo veo venír para mí. Y   yo temblando con la cara blanca, y el perro que empieza a olerme la  bragueta, y las manos , y venga a olerme y venga a olerme y yo hablando  con  Roser, haciéndome el longuis , hasta que se me pone de pie, a dos patas,  Churchill , se apoya en mis  piernas, y   parece  que me dice en voz de perro, ladrando :

 - ¡¡ SUSO, FILDEPUTA!!!, ¡¡¡LADRÓN!!! 

Pegué un salto de la silla, y  me dice  Roser que  qué  le  hice  al  perro. Se  lo conté.  Sacó  20  euros  de la  caja  y  me  dice:

- Anda, vete al  escondrijo  y devuelve lo  robado  si  no  quieres  que Churchill te  muerda   los güevos.

Yo no he visto otra cosa igual, era una persona de lo que sabía.

Después  salí de  Tarragona   de  una manera  algo  abrupta,  sin  poder  despedirme  de  Roser, ni de  Churchill.




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