UNA BENDICIÓN EN LA CALLE CODOLS

miércoles, 4 de enero de 2023

Ya conté que durante unos años atendí una catequesis en el barrio chino de Barcelona.


Una fue en una escuela de la Atarazanas. Y otra en la parroquia de nuestra señora de la Merced. En esta segunda hice muy buenas migas con su párroco. Era un sacerdote de buena cabeza, buen corazón, y entregado a esas almas que , muchas de ellas , vivían en el desvarío y la pobreza.


Una mañana lo encontré preparando su maletín.


- ¿ Quieres acompañarme?...voy a bendecir una casa.


Y allá que nos fuimos. La casa estaba en la calle Codols. En realidad la calle es un algo muy estrecho y mugriento , casi se tocaban las puertas de las dos aceras  con los brazos abiertos.  Llamamos a la puerta de un tercero. Escuchamos un follón de pasos corriendo, críos gritando, órdenes de  " ¡todos en la puerta!". Al abrir nos encontramos a una señora redonda y pequeña vestida como para una fiesta... eran cinco rostros expectantes , radiantes, tímidos y como asustados. 


No sé qué pensaban qué era eso de la ceremonia de la bendición de una casa - un honor, con toda seguridad.  El padre era un hombre rechoncho, de ojillos negros y bigote como un cepillo de dientes, y una expresión sorprendida. Llevaba americana gris a no juego con unos pantalones azul claro. Tres niños en fila nos recibían , modositos y  vergonzosos.  Uno era enano. 


La visita del sacerdote era un acontecimiento, y estaba claro que la madre les había preparado para la que sería la ceremonia más importante en ese hogar. 


El párroco pidió que despejaran una mesa y allí colocó un mantel blanco, se revistió con una estola, preparó un pequeño botecito de agua bendita, y comenzamos la liturgia. El rito se desarrolló  con devoción y  contenida emoción.


Una vez rociado el salón con  unas gotas de agua bendita el sacerdote hizo ademán de continuar pasillo adelante a asperjar habitaciones , cocina y salas...y allá que nos fuimos detrás de él, que musitaba latinajos dando hisopazos sobre paredes, muebles, cocina, puertas...


- Padre, padre - dice la señora - aquí también. 


Y abre la  puerta del wáter.


Nunca lo olvidaré. Y aún hoy en día me sucede, en ocasiones, que abro la puerta de un inodoro y me viene esa imagen a la cabeza.


El abuelo de la casa  estaba sentado en la taza , en el evacuatorio, cagando tan feliz y tan campante. El hombre, arrugado, en cuclillas, achinado por la edad, o por el esfuerzo - que a esos años es cosa difícil de distinguir - se sacó la boina reverentemente y saludó : " bon día, mosén".


No se cortó nuestro cura.


- Bon día....introduce el hisopo en el recipiente del agua bendita, y le suelta  tres ole ole de muñeca en el cagadero musitando " Beata Maria in­ter­ce­dénte, bene  ambulétis: et Dóminus sit in itínere  tuo, et Ángeli eius comiténtur tecum.


In nómine Patris, et Fílii, et Spíritus Sancti. Amen. Mientras el anciano , con la boina en las piernas y la cabeza baja recibe la bendición de Dios Padre, Hijo, y Espíritu Santo.


Así fue. Y como sucedió lo cuento

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