Leyendo el libro "El antropólogo inocente" descubres que hoy
vivimos un individualismo atroz. Eso , y el paso del tiempo, son los
grandes problemas que nos planteamos los urbanitas.
Tenemos una exagerada afición a uno mismo, al yo. Y , además, está prestigiada
y muy bien vista esa afición. Y eso afecta, y mucho, a la relación en pareja....me
dice un recién separado que ella le ha dicho que se aburre,
que ya no siente mariposas en el estómago.
Lo que descubres en ese libro es algo que aquí algunos
hemos visto , y en algunos lugares aún se puede
observar...que hace tan sólo cincuenta años, la gente
vivía en unidades sociales, en grupos o en familias significativas...En
sociedades más primarias los conflictos de los hombres eran sostenidos
por los hombres y
los de las mujeres por mujeres, y la vida
de la pareja y la familia pertenecía a la comunidad en la que estaba insertada. No había seguridad
social, pero todo estaba conectado y nadie quedaba solo.
Hoy se considera a la pareja como el principio y el fin
de toda felicidad. Y eso , me parece, es
pedir mucho a una persona. Se vive el amor como expresión
de lo individual y no de lo social. Eso es muy difícil. Es esperar
demasiado, durante demasiado tiempo, de una persona.
Ponemos demasiadas expectativas en una persona . Y, la verdad,
crear expectativas es algo maravilloso, pero muchas veces son lugares
comunes y palabras infantiles...¿qué cojones es eso de “mariposas
en el estómago”, o “me aburro”? .
Le estás cargando al otro/a el peso de ser el
principio y el final de todas las cosas, la fuente de todo.
Tarde o temprano surgen los conflictos...los hijos, malos rollos,
lo económico, la muerte , o la enfermedad...y en lugar de apoyarse
en los demás, se repliegan sobre su caparazón, y tratan de
salvarse a sí mismos.
Quizás hemos ido demasiado rápido, y vivimos en pequeñísimas
sociedades, con vínculos muy débiles. Y, quizás, es que
no es la pareja la que nos da la felicidad. Es vivir en pareja, sí...pero
con más gente.
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