sábado, 10 de agosto de 2013

UN VIERNES EN BANKINTER.


Me habían dado un encargo para este viernes. Pedí a la administrativa de mi empresa en Barcelona que me lo pusiera por escrito, detallándolo pormenorizadamente, pues conozco bien mi condición torpe y olvidadiza.

Se trataba de ir a una oficina de Bankinter, recoger un aval, ir a la delegación de Hacienda, registrar el aval y, por último, llegarme el ministerio de Defensa y entregar ese registro de Hacienda.

“¡Chupao!”, pensé.

A las 8.30 o'clok  estaba en Bankinter. Me entregan el aval con dos firmas.

Voy andando a la delegación de Hacienda. Veinte minutos de desgaste de suelas de zapatos. Me dice una funcionaria con cara de cojín de Ironside que las dos firmas no son válidas. Me entrega un listado de los apoderados de Bankinter que a ella le consta y me recomienda que regrese a Banco y les entregue el listado para que no vuelva a suceder nada igual.

Veinte minutos después, andando, estoy en la oficina de Bankinter. Le cuento y le entrego la lista. Se excusa echándole la culpa a la funcionaria. Le contesto que no es mi problema. Ella lo quiere así: los apoderados deben constar en su listado.

Llama Groucho Marx, el parecido del señor bancario con el actor estadounidense  es fantástico, a Madrid. Cuenta la película. Me dice que espere, que desde Madrid han de enviar los avales. Me anima a que me tome un café en el bar de enfrente, así la espera no se me hará tan larga.

Le digo que naranjas.

Media hora después salgo de la sucursal de regreso a Hacienda con los avales. Veinte minutos de zapatilla y los entrego a la funcionaria. Observa el documento con la curiosidad de un entomólogo ...”pero, bueno!...¡no puede ser!...¿dónde está este señor en esta lista?, indica golpeando un nombre del aval.

- ¿Qué señor?.

- ¡Éste de aquí!, ¡no se encuentra entre los del listado que le di! ¡No puede ser!, ¡pero si lo dije bien claro!

- ¿Eso significa que debo volver a Bankinter?

- Ajá.

Pensé cosas que la pluma no puede, no dene reflejar, aunque mi cara lo dejaba bien claro... pero opté por volver a Bankinter.

Veinte minutos después, pim pam, pim pam, estoy en Bankinter.

- ¿Qué sucede?- pregunta Sopa de Ganso con cara de haberse zampado una caja de Evacuol al verme entrar en la oficina.

- En este aval hay una firma que no consta como apoderado en Hacienda.

- ¡Pero si es la del director de la oficina!

- Como si quiere ser la de Groucho Mrax- guiño que le hago arqueando las cejas a ver si pilla la indirecta-...la burócrata quiere que conste en este listado.

Se queja de los funcionarios, de que como estamos en agosto a saber quién me atendió...llama a Madrid...no le cogen...”estarán tomando el café”...espero...espero...espero...

- ¡Ya lo cojen!- grita eufórico con cara de "¡más madera!"

Mientras aguardo, en una mesa vecina a Groucho, una chica rubia me viene observando desde la primera visita a la sucursal. La he visto desde el primer segundo que entré a las 8.30 de la mañana. Es muy guapa, una chica bien hermosota de Valladolid. Un bellezón. Me mira con cara compasiva, como la de la Verónica cuando limpió el rostro del Salvador.

- ¿Sabes por qué no me he enfadado después de tantas ida y venidas?- le digo mientras espero.

- ¿Por qué?- pregunta.

- Porque cada vez que debía volver aquí sabía que iba a verte. Tienes una cara que es una buena excusa para venir aquí muchas veces al día.

- Muchas gracias- contesta con timidez.

Media hora después salía de Bankinter con mi aval rumbo a Hacienda...¡misión cumplida!. Eran las doce del mediodía.

Os preguntaréis, ¿estabas ligando?. No, contesto.

Estas cosas no tienen nada que ver con el ligar, ni seducir, ni echar la caña, o la red, a ver qué cae...pero si no lo entiendes, ¿vale la pena que trate de explicártelo? 
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SEGUIMOS LA SAGA PANETE

4 comentarios:

  1. Probablemente esa mujer tuvo algo que contar al llegar a casa, y le hiciste el día distinto.

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  2. Para hacer eso hay que estar muy seguro de uno. A mi me hubiese encantado que alguien me dijera algo así el viernes.

    Clara.

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  3. Podías haberle imvitado aun cofee

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  4. No le hubiera ido mal.

    La chica de vez en cuando se quedaba como absorta en un monólogo interior, con la mirada perdida, hablando en silencio consigo misma, cabeceando, afirmando, negando,arqueando las cejas...

    No sé si agobiada por el presente, o por el futuro, pero dándole vueltas a la cabeza.

    Me hubiese gustado decirle que hay vida más allá de Bankinter.

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